Temor a Dios.

Contaba mi abuela, que cuando aún no había llegado la luz al Puerto de la Cruz, y las calles permanecían oscuras por la noche, salían los jesuitas por el Puerto de la Cruz, con un candil y un crucifijo, y con voz quejumbrosa y oscura decían:

«Mira que te mira Dios. 
Mira que te está mirando. 
Mira que vas a morir. 
Mira que no sabes cuándo.»

Imagínense el susto en el cuerpo que se le quedaba a los que oían tan «amistosa» cuarteta.

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