La espía
Tradiciones portuenses
Para el honorable ciudadano
don Francisco Oramas y Morales.
Allá por los años de 1788 al 89, vivía en el Puerto de la Cruz, en este pueblo noble, leal y benéfico, que aún conserva la herencia sana de virtudes cívicas, las que le donaron sus mayores, una señora extranjera a la que según cuentan, se le motejó por «La Espía»—así llegó a nombrarle el populacho—, y la cual extranjera se vanagloriaba en decir que era pariente del contralmirante inglés Horacio Nelson, de quien poseía un retrato en miniatura, el que, como adereza, llevábale a diario pendiente y visible sobre su pecho.
Esta señora fué incluida en el Padrón general levantado por orden superior en el año de 1789 y figura en la matricula de extranjeros del de 1791 (1) – prestando la declaración jurada que literalmente transcribiremos en este trabajo -; más, si bien ella confiesa que estaba enferma, este vulgo, siempre receloso, siempre desechador de dudas – porque es una verdad demostrada -, el Puerto de la Cruz, orgulloso pro- inspiración, armónicamente arraigada en su alma de ciudadano honrado, estudia bien y medita mejor a los que se introducen hasta el seno de la civilidad, casi arrastrándose, para mendigar luego cartas de vecindad, prohijamientos cuneros o de pega.
A estos tipos vestidos de ropa limpia sirviendo de anatema popular, hay quienes les siguen lavando sus prendes (2), siempre sucia. Y dice así el documento:
«En dho. día (3) ante su merd. Pareció presente una Mujer que dijo llamarse Margara Nelson de quien se recibió juramento por medio de don Guillermo Mac Daniel por los Santos Evangelios. prometió decir verdad: como asimismo hacerlo bien y fielmente: El dho. don Guillermo como intérprete, por Dios y la Cruz según dro. y siéndole leído el Real despacho que antecede dijo que es de dho nombre y apellido, de Religión protestante, natural de Devonshire, ciudad de Inglaterra, estado soltera que está en esta isla asistiendo en la casa de don Francisco Carballo Sarmiento con motivo de recobrar su salud y no como criada; que hay tiempo de dos años y ocho meses y que piensa permanecer en estos Reynos interín nose halle recobrada su salud, y como tal se propone en la clase transeúnte., y promete no pasar a la corte sin la correspondiente licencia de su Magd.Católica, obtenida por la primera Secretaría de Estado y todo lo que se intimó por mi el presente Ex.», de Ord. del señor alcalde so las penas impuestas en dho. Re. despacho. Que todo lo que lleva dicho es verdad so cargo de su juramento, de edad de quarenta y seis años y lo firmó con dho. intérprete, de todo lo que doy fe y asimismo se le intimó por mi dho. Escribano que saliese del Reyno dentro del preciso y perentorio término de los meses so pena las impuestas en dho. Re. despacho. Armas. Margara Nelson. Como intérprete, Guillermo Mac. Daniel, Nicolás de Curras y Abreu, Escribano público.»
Margara Nelson, pariente o no del contralmirante de su mismo apellido, vivió entre los habitantes del Puerto de la Cruz hasta el mes de Julio de 1797 y cuenta la tradición, que al tenerse noticias del ataque que los ingleses dieron a la plaza de Santa Cruz en dicho año, el alcalde Real (4) dispuso la busca y captura de ella, dando por resultado infructuosas todas las pesquisas que se hicieron, pues es fama, y en esto no faltaron sujetos que aseguraban, que la Margara estaba complicada y que sostenía correspondencia con el jefe de la escuadra británica en la que antes o después de la derrotar se refugió a fin de no ver comprometida su honorable personalidad.
La Margara Nelson, con su misteriosa desaparición del pueblo, dejó perpetuado el recuerdo que dio origen al mote de «La Espía», tan propiamente aplicado a ella por los habitantes da este solar ribereño, donde se meció la cuna de los célebres Iriartes; en este jardín incomparable en el que cada flor nacida dice aquí una palabra una coqueteria, una canción voladora y tierna en esta tierra, donde suenan ecos agrestes, rumores heroicos y apasionados, tristes o misteriosos…; aquí, en la patria chica del gran Bernardo Cólogan y Fallón, (5) – uno de los defensores de esta mansión atlántida en el memorable día 25 de Julio de 1797 – ; en este rincón hospitalario, nido de marineros y de pescadores titánicas; aquí, en él, se vive y se goza plácidamente. Entre las evaporaciones que a lo alto suben, que a lo alto se elevan sutilmente, envuelto vemos, de noche y día, el alegre caserío de su población – por aquel oleaje soberbio que envía el bravío océano – , y piadosas almas llenan las naves de sus capillas blancas, de sus ermitas, erigidas en señal de santidad a la Cruz del hombre-Dios, (a quién aman y adoran con frenético recogimiento), todo en el respira paz, disfruta de paz y en paz se vive, oyendo siempre los dulces acentos del concierto mágico que entonan las musas inspiradas por las magnificencias de la Creación.
Este pueblo, digno de mejor suerte, religioso y democrático, es patriótico y buen hijo de la inmortal nación española a quién idolatra «El es y será, el predio canario donde jamás medrarán los traidores (6). Nos añadiremos: Ni los espías
Francisco P. Montes de Oca y García.
Julio 25 de 1922.
(1) Legº. F, N.º Inventario del Archiv. Municipal y Idem Idem núm. 3 de Idem. (2) Advenedizos, gente de fuera o gentes de allá. (3) A 30 de Agosto de 1791. (4) Don Bartolomé Miguel de Arroyo, de la Casa de su apellido en Canarias. (5) De mi libro inédito «Los portuenses en la derrota de Nelson, después de ella y en su primer centenario.» (6) Frases atribuidas al propio don Bartolomé siendo alcalde Real de esta población en 1797.