Caminos reales de Tenerife
por Melchor Padilla
En La Ladera de Güímar un sendero ancho empedrado y flanqueado por muros de piedra seca sube serpenteando hasta lo alto. A sus pies un letrero señala su nombre: Camino Real. Es un nombre que se repite con mucha frecuencia en la toponimia, no sólo de nuestras islas sino también de la península Ibérica y de muchas zonas del antiguo imperio colonial americano, por lo que lo hallamos presente en todos los territorios que estuvieron bajo la autoridad de la monarquía hispánica.
Damos el nombre de caminos reales a las vías de comunicación terrestre cuya propiedad y jurisdicción pertenecían a la corona. Tenían como fin el permitir el traslado de personas y mercancías entre los distintos lugares de la isla y su apertura y mantenimiento se encomendaron al Cabildo, que en sus ordenanzas establecía que los caminos reales debían tener un ancho de una soga toledana, es decir unos siete metros, estar vallados y debían salvar los desniveles en zigzag para hacer más fácil el desplazamiento por la abrupta orografía de la isla. En La Laguna todavía existe una calle que se denomina Camino Vallado, resto del antiguo camino hacia La Esperanza, hoy cortado por la pista del aeropuerto.
Pero no todos los caminos poseían estas características; algunos eran simplemente caminos de herradura de un ancho que no llegaba a los dos metros pero que permitía el paso de las reatas de bestias de carga que eran, en su mayoría, las encargadas de realizar el transporte de las mercancías. En Las Peñuelas, en Tegueste, queda un resto de este camino de herradura que, tras salir de La Laguna por Las Gavias, bajaba por la ladera norte de la Mesa Mota hasta Tejina y que era conocido como ‘Camino de los Tejineros’.
Algunos de estos caminos tuvieron su origen en los antiguos caminos de los pobladores indígenas de la isla y por ello todavía se puede encontrar en algunos municipios de Tenerife como Tacoronte, La Matanza, Santa Úrsula o La Orotava el topónimo de Camino de los Guanches. No obstante, a partir de la conquista se desarrolló un programa de creación de vías que se adaptó a las necesidades agrícolas, ganaderas y mercantiles de los conquistadores y a su cultura material. En una fecha tan temprana como 1509 el camino real del norte llegaba hasta Daute, tras pasar por Tacoronte y la Orotava. De esta vía nos quedan todavía los nombres de Camino de la Villa en La Laguna y de Calle Real de la Orotava en La Matanza.
Más tardaron en abrirse los caminos hacia el sur, pues a principios del XVI sólo llegaban hasta Güímar, ampliándose las rutas en la segunda mitad del siglo, tras la colonización de Adeje y Vilaflor y los primeros asentamientos de Granadilla y Arico. Tras enlazar, ya a finales del siglo XVII, con Daute por el sur se creó un anillo de caminos que bordeaba la isla.
Pero también existieron caminos que cruzaban la isla de banda a banda. Los más importantes fueron el que conducía de La Orotava a Candelaria, muy importante dada la devoción mariana en la isla, y el Camino Real de Chasna, que unía La Orotava con el sur de la isla a través de dos ramales, que iban uno a Granadilla y el otro a Vilaflor a través de Las Cañadas. El tristemente desaparecido estudioso Raúl Melo nos dejó escrita una relación detallada de los caminos reales de la isla y sus referencias documentales. Esta red de caminos subsistió hasta bien entrado el siglo XIX y tenemos constancia de que en 1845 un grupo de presidiarios realizó trabajos de mantenimiento en el camino real de Güímar, pero la creación de un sistema de carreteras desde esos años hasta la mitad del siglo XX acabó con muchas de esas vías, ya por superposición de las nuevas o por el corte de algunos tramos.
Pero ¿queda algo de aquellos caminos en la actualidad? El auge que han alcanzado en los últimos años las actividades en la naturaleza ha revalorizado de manera significativa deportes como el senderismo en el que estos caminos vuelven a tener una gran importancia, lo que todavía hoy nos permite encontrar restos de los antiguos caminos reales de la isla en la red de senderos que recorren lugares tan diversos como el de San Marcos-Arenas Negras en Icod, el de Las Aguas-El Rosario en San Juan de La Rambla, el de Ruigómez-Las Manchas-Arguayo de El Tanque y Santiago del Teide, en el Camino Real de Fasnia o en Las Vueltas de Taganana en Anaga.
Señala J.J. Cano que “Estos caminos tradicionales: caminos reales, caminos de herradura y caminos vecinales, entre otros, han sido hasta fechas recientes, un recurso patrimonial, turístico y económico, desatendido y en algunos casos, un recurso desaparecido o destruido.” Se hace preciso, pues, poner en valor el paisaje a través de las actividades de senderismo recuperando para ello el patrimonio histórico y cultural que suponen estas vías.
Parece que en este caso las distintas administraciones están siendo conscientes de ello y se está llevando una importante puesta en uso de los viejos caminos reales de la isla.