Alegranza y el trasatlántico ‘Champlain’
por Agustín Pallarés Padilla
Hoy este blog se honra publicando la primera parte de un artículo que ya vió la luz por primera vez en el periódico LA PROVINCIA el 6 de junio de 1999. Su autor es Agustín Pallarés Padilla, farero que fue del faro de Punta Delgada de la isla de Alegranza, guía turístico y erudito investigador de la toponimia y la historia de Lanzarote. Aquellos lectores interesados pueden seguir sus trabajos en su blog Prehistoria, Historia y Toponimia de Lanzarote, Canarias
Desde hace mucho tiempo vengo acariciando la idea de dar a conocer al público lector, por el interés que estos temas suelen despertar, los pequeños ‘tesoros’ que en forma de documentos escritos tuve ocasión de encontrar dentro de botellas durante mi dilatada estancia en la islita de Alegranza.
La emoción que nos embargó cuando nos dimos cuenta de que dentro de la botella, milagrosamente depositada sobre el suelo rocoso de la orilla sin haber sufrido daño alguno después de sortear numerosos escollos y peñascales empujada por el violento oleaje, había un papel en el que se percibía algo escrito fue enorme. Hay que tener en cuenta que ya por entonces teníamos la cabeza llena de exóticas aventuras que bebíamos en las muchas novelas que mi padre poseía. Entre ellas descollaban por su interés para nuestras mentalidades de adolescentes las de Julio Verne, y precisamente en una de ellas, la titulada Los hijos del capitán Grant, en la que se respiraba un ambiente que guardaba a veces algunos puntos de analogía con la clase de vida que llevábamos en la islita, se describía el hallazgo de un mensaje dentro de una botella que había sido extraída del estómago de un tiburón.
Tanto mi padre como mi hermano Manolo –el intelectual de la familia– dictaminaron sin esfuerzo cuál era el idioma en que venía escrito. Se trataba del francés. Incluso, pese a sus conocimientos elementales sobre esta lengua, no les fue difícil interpretar algunas de las palabras clave, dado su estrecho parecido con sus correspondientes españolas. La fecha del lanzamiento, por ejemplo, estaba clara. ¡Había tardado el mensaje en llegar hasta nosotros nada menos que un año y un mes! Tampoco ofrecía dudas el nombre del barco, el Champlain, no sólo por llevar mayúscula inicial sino, sobre todo, por ir precedido de la palabra ‘paquebot’.Este fue el germen que hizo nacer en mí la afición por las lenguas extranjeras, lo que me facilitó cuando mayor el ser habilitado de Informador Turístico. Han sido muchas las veces que los clientes de habla francesa me han preguntado dónde había aprendido el idioma, a lo que les respondía que lo había conseguido sin salir de la isla, por mis propios medios, contándoles la influencia que había tenido en su aprendizaje un documento escrito en esta lengua que había encontrado dentro de una botella en una islita casi desierta siendo muchacho, quedando por lo general muy interesados con la singular historia. Hasta que un día, en 1994, unos pocos años antes de retirarme del ejercicio de la profesión de guía, una señora que iba en una de las muchas excursiones que he hecho en guagua con clientes de esta nacionalidad, al oír esta explicación del mensaje de la botella lanzada desde el buque Champlain me prometió indagar sobre la historia del barco. Y cumplió su palabra.
Su trágico final fue como sigue: el 12 de junio de 1940 rindió viaje en el puerto francés de Saint Nazaire procedente de Nueva York con algunos pasajeros a bordo y una importante carga de material de guerra. Ya por entonces habían comenzado los bombardeos aéreos alemanes sobre posiciones aliadas. Temiendo las autoridades marítimas francesas que el barco pudiera ser hundido en este puerto por los aviones enemigos y que lo obstruyeran, decidieron trasladarlo a la vecina bahía de La Pallice, a donde llegó el día 16 del mismo mes. La noche siguiente algunos aparatos alemanes sobrevolaron la rada dejando caer en ella varias minas magnéticas. En la mañana del día siguiente, al girar el barco sobre el ancla con la marea hizo explotar la cadena uno de estos ingenios militares ocasionando con ello el hundimiento del barco. Hubo como consecuencia de la terrible explosión once muertos y otros tantos heridos entre los miembros de la tripulación.




