Lo que las piedras cuentan

El reloj de la Catedral de La Laguna (I)

por Carlos García

La catedral de La Laguna, primero capilla y luego iglesia parroquial titulada “ Nuestra Señora de los Remedios”, fue mandada construir por el Adelantado Fernández de Lugo bajo la autoridad eclesiástica del obispo Fernando de Arce, por lo que el Cabildo, el 26 de Marzo de 1515, tomó la decisión de edificarla sobre los mismos solares que ocupó la primigenia ermita, levantada con el nombre de Santa María, bajo la advocación a la “Expectación del parto de la Virgen”  y existente con probabilidad antes de 1511, al lado de los corrales de la incipiente villa lagunera.

Se tomaron las disposiciones oportunas para que la nueva construcción parroquial englobara, dentro de su capilla mayor, la vieja ermita, dejando dispuesto que el terreno de los solares colindantes se dejaran libres con el fin de  acondicionar una plaza alrededor. Esta primera fabricación de la iglesia, realizada por el portugués Miguel Alonso y por Juan Valenciano, canteros de profesión, finalizó en 1517, fecha en la que se contrató los oficios de los carpinteros Luis Barba y Antón López quienes, con la madera de un solo pino, según afirma la tradición, realizaron el techo del edificio. En 1521 una iglesia de una sola nave, de tipología canaria, con 80 pies de largo y 48 de ancho se abría al culto, rodeada de zonas no construidas, consideradas públicas, en forma de solares libres, conocidos como corrales.
Años después, en la visita de 1588 del ingeniero Torriani a Tenerife, encuentra una ciudad con casas y calles bien conformadas y la iglesia de Los Remedios, con el callejón de las Monjas por su cabecera, y otros callejones en sus lados cuyos espacios serán usados para el crecimiento posterior de las naves laterales e incluso con las futuras Casas Capitulares. El resto del espacio que circundaba la parroquia, todos ellos de tierra, conformaron el lugar como punto de reunión de los vecinos utilizándose, incluso, como lugar de pregones públicos o para la colocación de una fuente de agua para abasto ciudadano, idea que no llegó nunca a realizarse a pesar de las disposiciones recogidas en las Ordenanzas de la isla de Tenerife.
La obra de esta parroquia fue modificada frecuentemente con el transcurso de los años conociéndose que, de una sola nave, pasó a disponer de tres en 1590, fecha en la que parece haberse fabricado el primer campanario que dispuso del reloj del Cabildo que, por el peso de las campanas se resquebrajó. El Obispo Corrionero, en 1618, mandó realizar una torre nueva para la iglesia más en consonancia con la verdadera importancia de la parroquia, por no tener donde colgar las campanas, que fue encargada al cantero Manuel Penedo quién derribó la primera torre del reloj y construyó la nueva a la derecha de la entrada principal. Trabajaron en su levantamiento Jorge de Silva y Diego Penedo quién la finalizó con cinco pisos de altura en 1656, siendo en su momento la más alta de las islas. Su duración se prolongó hasta 1691 en que fue derribada y cambiada por otra nueva.
El callejón trasero de la capilla mayor de la iglesia fue mandado cerrar por el Cabildo en 1745 lo que permitió crecer la capilla y la nave y, siete años mas tarde, en 1752, se construyó un nuevo crucero y se abrieron las capillas laterales por medio de arcos, lo que transformó la edificación en una iglesia de cinco naves. En la ultima fase como parroquia, 1795, fue cambiado el primitivo coro que ocupaba el centro de la nave mayor, trasladando el altar del fondo de la capilla al lado de las gradas, tras el que colocaron la sillería del nuevo coro. 
Pero antes de continuar con la evolución arquitectónica que tuvo el edificio hasta convertirse en lo que hoy conocemos, diré que, en 1751 fue colocado otro reloj, costeado por el Cabildo, en la torre que lo sustentaba. Es la historia que aquí nos ocupa sobre el reloj de la catedral de La Laguna.

La importancia de las campanas.-
Dos parroquias de prestigio en un corto espacio de terreno, en una misma calle, a la vista una de otra,  no podía sino traer problemas entre los feligreses de la ciudad lagunera. Problemas muy antiguos, litigios y luchas de siglos de existencia que comienzan en  1521 cuando se pleiteó la salida de la procesión del Corpus desde una u otra iglesia. Controversias entre cofradías y beneficiados, incluso antes, por la reducción de una a favor de la contraria. Ánimos exaltados en la defensa de la libertad e independencia de la jurisdicción del Cabildo en cuanto al afán de no reconocer la autonomía de la primera iglesia, la de Santa María de la Concepción, la Antigua, la Mayor; luchas por el asentamiento de la Catedral, tras la Bula de Pío VII, de 1818, separando las cuatro islas occidentales del Obispado de Canarias y conformando la diócesis  Nivariense , momento en que la parroquia de Los Remedios pasó a tener el rango catedralicio, por la residencia del Sagrario Catedral; y tantas otras cosas.
La Villa de Arriba con la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción donde habitaban los labradores, los artesanos, los trabajadores, el vulgo; la Villa de Abajo con la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, lugar de mayor abolengo social, de gentes nobles de apellidos linajudos, gentes adineradas, la aristocracia. Terreno y condicionantes, circunstancias propicias para la polémica, la disputa, las rencillas pueblerinas. Y en cada iglesia, en cada torre, las campanas que tañían, que sonaban con sus ecos en toda la población y que cada vecino identificaba con su entorno habitual.  La importancia de las campanas, su tamaño, su peso y su sonoridad siempre fue motivo de orgullo y diferenciación entre los pobladores.
Porque las campanas fueron siempre las voces de los pueblos, la comunicación entre los vecinos y feligreses, anunciando las festividades, informando sobre acontecimientos locales, refiriendo sucesos y dando noticias de peligros o alarmas. En épocas muy antiguas las campanas se utilizaban para distintos fines. Así los romanos, como nos informa Pascual Calvete en su “Historia de las Campanas”, anunciaban la apertura del mercado y la hora de los baños; o para anunciar el ajusticiamiento de los criminales o para informar sobre sucesos meteorológicos. Su uso en la iglesia de occidente aparece sobre el siglo VII y parece derivar su nombre de la región italiana de la Campania, por ser allí donde se fundían en bronce las más grandes y mejores por su calidad en el sonido.
Entre los años 604 y 606 se ordenó colocar campanas en todas las iglesias católicas para que se tocaran en los oficios, misas y en las festividades religiosas. Al ir creciendo su uso fue preciso construir torres mayores donde ubicarlas y para que su sonido se difundiera más y mejor. Más modernamente, durante los Concilios celebrados en 1584 y posteriores se prohibió que las campanas se destinaran a otros usos que no fueran los religiosos; pero ya en el siglo XVI se dispensó de tales prohibiciones siendo de uso para el anuncio de catástrofes, invasiones, fuego, mezclándose, desde entonces, los avisos religiosos con los civiles. 
Los toques de las campanas los realizan los  campaneros cuyo oficio fue de importancia en las sociedades de antaño ya que debían entregar mucho tiempo al mismo, estando prácticamente durante todo el día pendiente de repicar los diferentes toques que debían realizar además de encargarse del mantenimiento del reloj de la torre. Estos toques anunciaban tres momentos diferentes al día ofrecidos para la oración: por la mañana rememorando la Resurrección, al mediodía en memoria de la Pasión y por la tarde, en recuerdo de la Encarnación. Durante la Misa Mayor se toca, primero,  para convocar a los fieles a la misma y luego, en el momento de la consagración, al elevar la hostia, se toca la campana más grande del campanario, cumpliendo la norma de Gregorio IX, de 1240, para que los que no estén en la iglesia, oren y pidan a Dios en reverencia y adoración. 
En las grandes efemérides y festividades que conmemoran los aniversarios de los Cristos, Vírgenes y Santos las campanas suenan con alegría; mientras, en la Semana Santa no se tocan hasta el momento de la Resurrección. Y existen toques diferentes como los de bendición, los realizados  para las novenas, para las pascuas,  para las procesiones y para las festividades, los de oración, ya enunciados para el alba o el angelus; y los toques tristes para los funerales, a fuego, a rebato…Y existen toques de primera clase, segunda y tercera según sea la técnica del repique y las campanas utilizadas.
En resumen, las campanas son instrumentos musicales que con sus voces metálicas anuncian multitud de acontecimientos siendo su sonoridad lo más importante de sus elementos, mucho más que el tamaño o el peso y que viene dada en función de la nobleza y aleación de sus metales.
Las campanas de La Laguna y el litigio del reloj. 

Las de la Villa de Arriba, las de la Concepción, fueron primeras ya que en 1541 existían tres campanas que fueron cambiadas y aumentadas con otras nuevas años después. En su momento la campana mayor fue la más grande en la isla, pudiendo contener en su parte cóncava hasta doce fanegadas de trigo y que, para subirla, se precisaron doce parejas de bueyes debiendo perforarse todos los pisos en el centro para poder colocarla definitivamente en la torre. Esta campana se trajo de Flandes y su sonido no se correspondía con su gran tamaño por estar colocada, según se ha dicho, en el centro de la torre y no en sus huecos que no eran capaces de albergar semejante mole.

Las de Los Remedios, las de la Villa de Abajo fueron consideradas por sus feligreses como de mayor importancia que las otras; más grandes, mas pesadas; de veinte quintales la llamada Santa María y San José,  fundida en Holanda de un cañón inservible que donó el Ayuntamiento o Cabildo de la isla, y la Inglesa, la menor, de quince quintales de peso y fundida en Inglaterra, todas ellas consagradas un 11 de Diciembre de 1649 por el Arzobispo Francisco Sánchez de Villanueva con asistencia de numeroso público.

Las campanas que en la actualidad tañen en la catedral lagunera se distinguen cada una por su nombre. La principal, de clase, tiene la inscripción que dice” Santa María de los Remedios” que según información de del Gremi de Campaners Valencians, la hizo traer don Gonzalo de Castro, mayordomo de dicha iglesia, debiendo ser de 1700, aunque la fecha que tiene grabada es ininteligible. Otra se nombra La Esquila, de 1808; la siguiente La Chueca en la que se lee “me fecit Hijos Marcos”; en una más dice “reinaba Pontífice Máximo León XIII. Obispo D. Raimundo Torrijos Gómez. Me fecit Carolus Marcus et Ragel. Anno 1893”; la última es la María Antonia en la que pone “Deus meus et omnia. Año 1914. Construida por Esteban Puig. Gerona. Año 1914”.
Esta situación de pique entre los habitantes laguneros trajo como consecuencia la aparición de una copla, sin duda nacida de la mente de un vecino próximo a la Concepción, que recorrió las calles y que se recitaba por las esquinas:
            Las campanas de arriba
            son los clarines
            con que cantan y bailan
            los serafines.
            Las campanas de Abajo
            son las calderas
            donde calientan agua
            las panaderas.

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