El zurrónFuera de tiempoLa perra chica pa'tí

MILLONES DEL CABILDO SIN ORDEN NI CONCIERTO

Muchas cosas se están haciendo en Tenerife. Muchos millones andan a voleo por ahí. Muchos esfuerzos se realizan. Muchas voluntades se mueven. Pero todo, fijaos bien, todo, absolutamente todo, sin responder a un orden preconcebido, a un plan de conjunto o parcial, a un programa mínimo, con respecto a ninguno de los propósitos o de las intenciones.

Beneficencia y Sanidad: Ya hemos dicho en nuestro número anterior lo que pasa con el Hospital Civil. Un Centro bien atendido perfectamente organizado. Dotado de todos los medios que necesita para el desarrollo de los servicios y funciones que tiene encomendados, pero que no cumple, ni con mucho, las finalidades que le corresponde cumplir, ni satisface las necesidades que debe satisfacer.

Carreteras y vías insulares: Se emprenden obras, bien por propia función o con carácter de proyectas apoyados y protegidos por la Corporación y se realizan incompletamente, o se eternizan en su ejecución, o se ejecutan aquí y allá, satisfaciendo necesidades parciales y locales, sin responder a un plan o programa de conjunto, sin completar nunca ningún sector entero de la red de vías que debieran tenderse, como una ordenada combinación de enlaces, sobre todo el perímetro de la Isla.

Turismo: Se construyen y proyectan paradores y miradores y, aparte el hecho de la demora en construirse de la dilación en la ejecución de unos proyectos de cuya necesidad poco será cuánto pueda decirse, se echan de menos el estudio de conjunto, el plan general, que permita conocer y fijar las posibilidades turísticas del país, las necesidades planteadas, en toda clase de iniciativas, con discriminación exacta de la perentoriedad de cada una y orden de prelación que a su solución corresponda…

Son éstos sólo tres puntos y son con respecto a ellos sólo unas consideraciones incidentales, apuntadas someramente, sin detenido estudio y únicamente como surjan y se presentan al juicio popular. Pero como «botones de muestra» pueden y deben bastarnos. Ellos nos demuestran cómo se enfocan los asuntos en la órbita de la política insular y cómo va saliendo todo, a brincos, a retazos, sin orden ni concierto, perdiendo la labor, pese a la buena voluntad que en ella indudablemente se pone, un ochenta por ciento de su importancia, de su eficacia y de su valor.

Ocurre también en lo local, pero ahora estarnos hablando de lo insular y no queremos apartarnos del tema. ¿Dónde está el programa insular, program.a total de actividades, qué dé unidad y fije la continuidad de la política a realizar en cualquiera de los terrenos a que la política del Cabildo afecte?

Un plan general de comunicaciones, en el que se armonice la función oficial, en carreteras, de la Junta Administrativa y de la Jefatura de Obras Públicas, con la propia función insular, en caminos vecinales y la que los Municipios puedan realizar dentro de los términos respectivos.

Un plan general de obras Sanitarias y de asistencia, en el que se debe también trabajar con acuerdo perfecto y en estrecha colaboración con la Jefatura Provincial de Sanidad y Ayuntamientos, para no duplicar servicios y poder complementar los existentes, llevándolos a su máxima eficacia y amplitud, obra en la que deben emplearse los mayores recursos, convirtiéndola en base y eje de toda b política y todos los empeños de la Corporación.

Un programa de turismo, en el que la función propia del Organismo debe dejar paso a las iniciativa privadas, fomentadas, apoyadas estimuladas por él, llegando a pedir colaboraciones e ideas, como en otros lugares y principalmente en el Norte de España, se acude a la eficaz y entusiasta labor de las Juntas de Iniciativas, que tan excelentes resultado han dado donde quiera que llegaran a crearse.

Un plan general de obras culturales, en el que podría figurar todo lo que de alguna forma pueda referirse a la enseñanza y fomento de la cultura, – Museos, subvenciones, becas para enseñanza, etc.—Con este plan de conjunto se evitaría la dispersión actual de los empeños, con los proyectos de un Museo Oceanográfico, un Museo Militar, un Museo Insular,—¿de qué?—, y otros y otros proyectos, lanzados por un lado y por otro, unos en marcha, los demás esbozados, apuntados, iniciados simplemente. Y abarcándolo todo un programa de conjunto; un programa definido, en el que se comprendan las necesidades y los recursos con que se cuenta para satisfacerlas.

Un programa que no sería el de ésta o aquella Corporación, ni de éste o aquel presidente o éste o aquel consejero, sino el programa de la Isla y para la Isla. Programa de presente y, sobre todo, de futuro.

Pasó el tiempo en que los cambios de partido político traían aparejados los de personas y proyectos o empeños. Hoy esto no se concibe. Las Corporaciones han de trazar sus programas con miras a largos años de realización y por ello deben ser bien meditados y estudiados, para que establezcan el principio de una tarea ininterrumpida ya hasta su total realización, con un sentido claro y preciso de continuidad.

Pero el programa debe existir. La labor caprichosa debe cesar. Lo que se haga debe responder siempre a una necesidad definida; nunca al voluntarioso gesto de amistad o simpatía, o al impulso,—por generoso y noble que sea—, del momento, fruto de la improvisación o de la espontaneidad, siempre un poco inconsciente.

Orden y concierto. Todo lo que no se haga así será, por bien intencionado que parezca o en la realidad sea, un juego de tristes resultados para la economía y para el porvenir de la Isla.

Publicado en 1952 en la Revista Selecciones Canarias

Pero parece que fue ayer.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.