El caciquismo o ¡qué poco hemos cambiado!

«…El caciquismo constituye en esta Ciudad un caso patológico del que nadie puede forjarse ni siquiera una idea aproximada, sino viéndolo, tocándolo, observándolo de cerca y atentamente.

Actúa en todas las esferas sociales, se mueve en todas las periferias, gira en torno de todos los organismos políticos, administrativos y particulares; oprime en todas partes, se impone en todos los órdenes de la vida, aplica su boca vampiresca doquiera que hay riqueza, estrangula con su garra de pantera todo cuanto se opone á su obra maldita; múltiples son sus manifestaciones y funestos sus efectos.

A la sombra de los intereses creados, al amparo de un poder omnipotente y rufianesco1 ejercido durantes luengos años, crece el parasitismo matonil, se desarrollan las miserables larvas de la cloaca política.

Nada se respeta, ni personas ni cosas. Aqui no existe más poder que el del Cacique, dueño de vidas y haciendas, ni otra legalidad que aquella que sus mandatarios imponen.

Todo parece comprado, todo parece materia mercantil, conciencias, ideas, personas… «Esto huele á podrido»—diría Hamlet. El caciquismo se ha impuesto por el oro y por el terror. Reparte sinecuras, derrama el dinero á manos llenas, compra matones. La majeza es fórmula de convicción, el billete de Banco intermediario, entre el hampón encumbrado y la canalla hambrienta ó ambiciosa…»

El Progreso – 21 de noviembre de 1911. Hace más de un siglo, y seguimos casi igual.

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