Sobre las vicisitudes de la Cruz que da nombre a Santa Cruz
Allá por el año de 1901, cuando marchamos a la capital para cumplir nuestros deberes militares y al contemplar aquel madero carcomido, ya resguardado de la inclemencia de los tiempos, dentro de un marco plateado que el Municipio, con buen acuerdo, mandó a hacer, nos preguntamos:
El 25 de Julio de 1797, se puso la Cruz Verde.
«Allá por el año 1849, un fraile, capellán del Hospital, conocedor del secreto y del valor que para los santacruceros representaba la ya denominada Cruz Verde o de la Conquista, la llevó a su poder y colocó otra en su lugar, y desde entonces, dentro de aquel establecimiento se le hacía su altar el día 3 de Mayo, continuando ésta religiosa costumbre el cirujano don Tomás López, hasta que, definitivamente llegaron a tener popularidad las fiestas que en su honor se celebraban, tanto allí como en la ermita de San Telmo y en la parroquia, por hijos, la mayor parte, de su pueblo natal».
«Una Cruz que se le supone ser la de la Conquista».
Pasados algunos días de aquella interesante charla, volvimos a entrevistarnos con el señor Ares, a quien le encontramos en la ermita de San Telmo, entretenido en guardar los enseres de la Cruz, y entonces nos mostró un Inventarlo de los objetos pertenecientes al santuario, algo por el tiempo y uso deteriorados y apagada la tinta de su escrito en el que, si mal no recordarmos, ¡se leía confusamente, con éstas o parecidas palabras, la partida siguiente: «Una Cruz que se le supone ser la de la Conquista». Sorprendidos por lo que acabábamos de leer y después de un Instante de mutismo, el señor Ares nos hace la aclaración significativa de:
—»No le extrañe a usted, amigo mio lo que diga ese papel. La Cruz esa, la Inventariada, ella, la verde, esta es la auténtica, la de la Conquista, solamente que fué mayor de lo que ahora es, y no queda la menor duda. La recortaron por dos o tres veces; la primera, seria cuando se le destituyó de la peña de la Caleta; la segunda, para colocarle en la peana al sacarle en sus anteriores procesiones; y la tercera, al ser resguardada en su actual marco de niquel. ¡El papel aguanta mucho! ¡Se han escrito tantas y tantas cosas…!»
«Y verá usted. Hay quiénes se han permitido escribir y tal vez animados de la mejor buena fe, que la Cruz de la Conquista fué la que desde antiguo existió en esta plaza y de alli pasó al Hospital, poniendo para suplirle otra en el sitio que dejara aquella, como así mismo, que esta ermita fuese el lugar indicado donde le clavó Lugo, etc., etc., y créame, que la invención resulta ridicula, no es ni siquiera admisible suponerle verosímil lo que hay de cierto en ello, y era en mi juventud conversación corriente entre los más Ilustrados ancianos, de que la Cruz del cuento de la plaza señalaba a uno de los pozos de agua salobre que de antiguo existían y repartidos desde el Convento dominico hasta este barrio, en el que se ahogó una aguadora y siendo cegado aprovecharon su brocal para elevarle sobre el madero aludido y que la Caleta de la Aduana fué el verdadero sitio por que desembarcó Lugo, que en ella fijó la Cruz y erigió la ermita contigua al torreón (llamado de la consolación) y asentó su Campamento y se dijo allí la primera misa.»