De un corsario inglés y algo más.

por Melchor Padilla

En el centro de Bristol, en el lugar donde habitó en el número 35 de Queen Square, una placa azul recuerda el nombre de Woodes Rogers. En ella, tras el año de su nacimiento y muerte (1679-1732) se le describe como Gran marino, Circunnavegador y Gobernador Colonial. Nacido en Poole (Dorset), aprendió el oficio de marino y tras el fallecimiento de su padre, que había creado un considerable emporio comercial en el puerto de Bristol, se hizo cargo de los negocios de la familia. En 1707, como consecuencia de la pérdida de uno de sus barcos negreros a manos de corsarios franceses durante la guerra de Sucesión española, Rogers se decidió a participar en una expedición corsaria en la que, con dos buques (Duke y Duchess), consiguieron ser los novenos circunnavegadores del mundo al tiempo que atacaban a los barcos y ciudades españolas.

Tras su partida de Bristol el 1 de agosto de 1708, y una vez sofocado un motín de la tripulación, como cuenta el mismo Rogers en su obra Viaje alrededor del mundo, se decide que «los barcos el «Duque» y la Duquesa», que están mal aprovisionados de vino para la cantidad de personas que van a bordo, toquen en la Madera, a fin de obtener mayor provisión y estar en mejor estado para continuar tan largo viaje…»  No obstante, las condiciones meteorológicas adversas los obligaron a dirigirse a las Canarias a donde llegan el 18 de septiembre de 1708 y donde van a cobrar su primera presa. Joaquín Blanco en su Breve noticia histórica de las Islas Canarias describe el episodio así: «En busca de vinos, surgió ante Gran Canaria, y se apoderó de un barquichuelo que desde el Puerto de la Cruz navegaba hacia Fuerteventura con cuarenta y cinco pasajeros. Los canarios, al ser transbordados a uno de los navíos ingleses, se malhumoraron, excepto el guardián franciscano del convento de Fuerteventura, que se rió con ellos cuanto quiso, y hasta bebió un vaso de buen vino a la salud del archiduque.

Entre tanto, los navíos ingleses hicieron rumbo al Puerto de la Cruz y enviaron un emisario -escribano de la compañía armadora- para proponer el rescate de la barca a cambio de los vinos que necesitaban. Los porteños aprisionaron al escribano como rehén; y los comerciantes ingleses, que traficaban a pesar de la guerra, pidieron la libertad de la barca y de los cautivos, pues temían que los canarios ejerciesen el derecho de represalias. Varios días después, un comerciante inglés efectuó el canje de prisionero por prisioneros y el de la barca por ciertas provisiones.»

Llama poderosamente la atención que, por parte de los habitantes del Puerto de la Orotava, las negociaciones con los corsarios fueron llevadas a cabo por comerciantes ingleses e irlandeses de la localidad, sin que las autoridades españolas intervinieran. Una de las cartas que envían a Rogers está firmada por J. Pouldoin, Asesor del Cónsul, J.Crosse, Bernard Walsh y G. Fitz-Gerald. Estos comerciantes veían con preocupación que se suspendiera el comercio británico con las islas a causa de estos ataques a barcos españoles.

Una vez zanjado este episodio los dos buques prosiguieron su camino que les llevó a cruzar el Atlántico y, a través del estrecho de Magallanes, entrar en el Pacífico. El 1 de febrero de 1709 las naves se encontraban a la altura de la isla de Juan Fernández que pertenece en la actualidad a Chile. Allí recogieron a un marino escocés que había sido abandonado por su capitán cuatro años antes. Era Alexander Selkirk del que Woodes Rogers describe su aspecto salvaje y su atuendo hecho de pieles de cabra. Este personaje sirvió de inspiración a Daniel Defoe para escribir su novela Robinson Crusoe. 

A continuación los navíos se dirigieron a Giuayaquil en la actual República de Ecuador. Era corregidor de la ciudad en aquel tiempo Jerónimo de Boza y Solís, nacido en La Laguna, Tenerife, cuya actitud ante los ingleses resultó cuanto menos poco lucida pues no opuso resistencia armada a la invasión, limitándose a negociar un rescate, pese a lo cual los hombres de Rogers asaltaron la ciudad. 

Un grabado antiguo nos muestra al propio capitán Rogers dirigiendo el robo de joyas a las damas guayaquileñas. En el Archivo de Indias en Sevilla, se conserva el expediente del juicio criminal que se le siguió  por haber entregado la ciudad de Guayaquil a los corsarios ingleses.

Rogers regresó a Inglaterra en octubre de 1711, acabando sus días como Gobernador de las islas Bahamas cuando contaba 53 años de edad.

NOTAS:

Este artículo tiene su origen en dos retos que planteé en nuestro grupo de Facebook llamado también Lo que las piedras cuentan. En uno de ellos se trataba de descubrir a Jerónimo de Boza y fue capaz de acertarlo America Esperanza León González; el segundo, que resolvió Pablo Bonet, trataba de indagar sobre Woodes Rogers y su paso por las Islas Canarias. A ambos gracias por su entusiasmo.

Además quiero agradecer a Bernardo Cabo Ramón, su gentileza al permitirme utilizar el mapa de Próspero Casola que aparece en este artículo. Recomiendo encarecidamente su blog. PUERTO DE LA CRUZSUS GENTES Y SUS COSAS

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