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Relaciones antiguas entre padres e hijos

Versión de Eulalio Marrero Ávila, de 90 años, de Tuineje (Fuerteventura). Recogida por Max. Trapero el 25 de marzo de 2000.

1
En ese tiempo anterior
grandes, viejos y chiquillos,
todos del mismo lebrillo
juntos comían escaldón.
Y de carne una ración,
de esa carne de cochino,
luego un trancazo de vino
de un barrilote que usaban
y a trabajar se marchaban
muy contentos y tranquilos.
2
Siempre después de cenar,
esto lo hacían a diario,
cogía el viejo el rosario:
todos juntos a rezar.
Y antes de irse a acostar
todos los más pequeñuelos,
con cariño y con esmero,
por su buena educación,
pedían la bendición
a padres, tíos y abuelos.
3
Luego el padre les decía:
-Todo dios a descansar,
mañana hay que madrugar,
hay que aprovechar el día.Los
hijos le obedecían
sin un punto de variar,
ni mala cara mostrar;
al contrario, era alegría,
el padre se agradecía
de ver su casa progresar.
4
Y antes de salir la estrella,
lucero de la mañana,

el viejo se levantaba
y andaba dando carrera.
Decía: -Yo voy pa la era,
Fulano, pa el campo a arar,
los otros dos, levantar.El
viejo era un cosechero
y decía: -El tiempo es dinero
y el hombre es pa trabajar.
5
Por otro lado, la madre
con las hijas hacía igual,
las hacía madrugar
y las traiba a la carrera:
-Allí el telar las espera,
hay lana que devanar,
y lana que ‘esorillar,
hay que escarmenar la lana;
la más chica al candelero
pa que la luz no faltar.
6
Los hijos antiguamente
al padre le obedecían,
lo que él mandaba se hacía
conforme y tranquilamente.
Eran hijos obedientes,
de mucha amabilidad,
si había un baile por allá
al padre pedían permiso,
ninguno se mostraba roñizo
si él decía «No se va».
7
Cuando yo era pequeñito
no se hacían esos desaires,
sin permiso de sus padres
no se iba a lejanos sitios.
Ni grandes ni pequeñitos
no le hacían esa traición;
cuando había una reunión,
fuera fiesta, fuera un baile,
al salir decía: -Mi padre,
échenos la bendición.
8
El padre con alegría
les brindaba una peseta;
ni la gastaban completa,
y el sobrante devolvían.
Y antes de aclarar el día
ni los padres los llamaban;
iban donde el padre estaba,
con alegría y placer,
estos dos hijos humildes:

-Disponga lo que hay que hacer.
¡Cómo ha cambiado la vida!,
¡la vuelta que el mundo ha dado!,
¡el tiempo está trastornado!,
¡la vida es un sacrificio!
Hoy es raro que haya un hijo
que pida permiso a un padre
y si le prohíbe un baile,
entre sí queda diciendo:
-¡Viejo, deberías haber muerto,
desgraciado, miserable!

 

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