Un viejo convento – Convento de las monjas Catalinas en el Puerto de la Cruz.
De la tradición isleña,
Con la pesadumbre de su ancianidad venerable se levanta en el Puerto de la Cruz el viejo convento de monjas de Santa Catalina de Sena, que en el año 1662 fundara Juan de Adunas bajo la advocación de Nuestra Señora de las Nieves, San Juan Bautista y Santo Tomás de Aquino.
Sobre el gigantesco caserón monacal yérguese victorioso el añejo mirador – estampa de antaño – que es la retadora atalaya del convento, que fue la grandiosa celosía del monasterio, desde la que oteaban curiosamente las monjitas. Y en los días de procesiones solemnes, sus siluetas se vislumbraban por entre la penumbra de las celosías, En pié está la espadaña del antiguo cenobio. en la que desde época lejana enmudeció la voz ingenua de la esquila conventual, que anunciaba la hora de los salmos, la hora quieta de los rezos monacales.
La casona dominicana ostenta grietas y arrugas de vejez honorable. El convento tiene su catacumba, largo subterráneo, donde es fama que las religiosas enterraban a los niños que fallecían, pues este monasterio fue cuna de expósitos. Los restos encontrados han sido objeto de injustos comentarios irónicos por parte de gentes ignaras.
Y fué ayer cuando este convento llamó a sus fieles con el tañido cristiano de la esquila. Y fue ayer cuando se celebró en su iglesia el esplendor de sus rituales solemnidades.
Y fue ayer, en la edad de oro de los conventos, cuando sus tornos y locutorios ofrecieron el secreto apacible de sus melancólicos encantos penumbrosos. ¡Oh, las horas inefables de los coloquios en los locutorios! Arca santa, donde Sor María de San Antonino Lorenzo y Fuentes tejió el poema de sus virtudes excelsas, es el convento de Nuestra Señora de las Nieves. Sor María fue la humilde violeta que creció a la sombra venerable del monasterio dominicano, perfumando las estancias con el aroma exquisito de su religiosidad, Sor María vio la luz primera en Garachico, pueblo recalado a la orilla del Atlántico y que ha sufrido horribles tormentos geológicos que han dejado en su fisonomía huellas dolorosas, Garachico – por Cristóbal de Ponte fundado – Fue población de glorioso emporio, de fastos memorable,de varones insignes.
Hoy reposa junio a la mar azul con su negro Roque, el que semeja una pétrea flor, abierta sobre la inquietud del mar, Hoy sólo es arca cineraria donde se custodian momias y reliquias, Fue, como Pompeya y Herculano, envuelto por la ira de las convulsiones volcánicas, en los años 1706 y 1798, Dijérase que sobre él pesa la maldición lanzada sobre Sodoma y Gomorra,
Descendía Sor María de familias de Ilustre abolengo. Ella ere el oráculo del Puerto de la Cruz. Los necesitados le imploraban en sus momentos de angustias desoladoras,
Fue azucena impoluta, mística rosa que aromó el secreto de su clausura. ¡Lirio de santidad que floreció tras les tapias del viejo convento!
Poseyó la humilde lega el don de milagros, favoreciendo con él a los porteños. Y después de una vida de honda contemplación y de austeras penitencias, la tarde del 10 de Mayo del año 1741, alzó sU manso vuelo, de enamorada paloma, hacia las regiones luminosas y azuladas. La noticia de su óbito cundió por el pueblo. produciendo un desgarrante dolor. «Murió San Antonino», se decían las gentes compungidas y llorosas. Tal ejemplaridad hubo en su vida que de esta escribió un documentado libro el clérigo de Garachico Francisco Martínez Puentes con el título de «Vida de la Sierva de Dios Sor María de San Antonino Lorenzo y Fuentes», Y aún permanece inédita obra tan curiosa, guardada por el prestigioso historiador canario mi venerado amigo don José Rodríguez Moure, en su archivo valioso. En el coro bajo de la iglesia del convento, en un altar yacen los restos de la santa garachiquera.
El acto de exhumación—nos relatan viejos cronicones—revistió solemnidad inusitada, asistiendo a él distinguidas personalidades y sabios religiosos del cercano convento ribereño de San Pedro González Telmo. En e! aniversario del año 1828 ocupó la cátedra sagrada el R. P. Cristóbal López, religioso del monasterio de Santo Domingo, pronunciando una elocuentísima oración fúnebre, en la que cantó las virtudes de la monja.
Antaño, sobre la tumba de la religiosa una lámpara votiva ardía, cuyo aceite era pagado por los feligreses.
Los actos de exhumación y traslación de restos—verificados cuando regía la Diócesis de Tenerife don Luís Folgueras y Sion —fueron anunciados con solemnes repiques de campana.
Yo he contemplado casi con veneración los restos de esta preclara hija de Santo Domingo. En la caja en que yacen dichas reliquias, había varios papeles curiosos que manos profanas y ratoniles han desaparecido, perdiéndose con ello hermosas antiguallas,
El convento fue patronato del capitán don Juan de Nieves Ravelo. «Su comunidad— escribía Viera y Clavijo—ha sido como de 40 religiosas, dotadas de virtud, talentos, primor y gracias adquiridas más que de bienes de fortuna, pues son muy pobres. Cuando se Incendió en el año 1717 (1) el convento de San José de la Orotava las religiosas de este se refugiaron en el de Nuestra Señora de las Nieves, del Puerto de la Cruz, pero en el siguiente año de 1718 un incendio devoraba el monasterio porteño donde se habían refugiado las religiosas de la Orotava. Las monjas, que ocupaban el de Nuestra Señora de las Nieves, huyeron entonces al convento de San Pedro González Telmo, cedido por religiosos, hasta que, reedificado el de las dominicas del Puerto, tornaron las monjas portuenses a su antiguo retiro en 1721.»
Águeda de San Juan de Adunas, Mariana de Santo Tomás de Adunas y Ángela de la Asunción de Adunas, fueron hijas del fundador del convento, donde profesaron y fueron Reverendas Madres. Antiguamente en este retiro conventual hubo una noria, de !a que las monjas sacaban agua para su servicio. Arrancase también la gigante palmera, que sobresalía por encima del monasterio como un símbolo de victoria
La parte del convento que más conserva sus primitivas huellas es la iglesia, que está perfumada de recuerdos imborrables, que guarda en su recinto joyas y reliquias que al ser visitada, parece que despiertan rumores de! pasado, que legendarias figuras se animan y nos cuentan misteriosamente encantadoras narraciones.
En la hora del crepúsculo vespertino las paredes, cuadros y retratos se ungen de arrobadora melancolía. Las claridades ensoñecedoras del atardecer penetran a través de los los ventanales. Todos los objetos permanecen callados y quietos, como sobrecogidos de éxtasis y contemplación.
En un altar hay una maravilla de arquitectura. Es un retablo en miniatura, artísticamente tallado a la puntilla en madera. Es un primor arquitectónico, una verdadera obra de arte de numerosos detalles, de esbeltas figuras, de columnitas elegantes, de estupendos dibujos filigranados. Dícese que este retablo fue propiedad del capitán don Juan de Montemayor, que tantos beneficios dispensó al monasterio.
Lamentable es el abandono en que se tiene este tesoro de Museo, digno de ser introducido en una vitrina para así estar resguardado de cualquier desperfecto, En una hornacina del altar mayor surge una escultura magnifica, que se cree obra del artista canario José Lujen Pérez. Las paredes de la iglesia ostentan cuadros al óleo algunos de ellos de magistral factura. En el pavimento hay tumbas con borrosos epitáfios.
El añejo mirador nos evoca en esta divagación retrospectiva el milagro de la monja. La crónica nos refiere el prodigio. El tejado del mirador se había descompuesto, por cuya causa la abadesa del monasterio ordenó que la portera avisase al albañil para que realizara la reparación. El operario llegó y. ascendiendo al tejado del mirador, comenzó su obra. Y cuando el mampostero se hallaba ocupado en su faena tuvo la desgracia de que se le rodase un pie y cayera a la calle. En el momento de la caída, recordando los prodigios obrados por la «Sierva», la invocó fervorosamente, y al levantarse encontrase ileso, atribuyendo el milagro a la intervención de «Sor San Antonino». Viejos cronicones así lo relatan.
Por la Real orden de Mendizábal, en 1855 pasó el monasterio a poder del Estado. Y en 18 de Febrero de 1870, el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz se posesionó del convento (9), En la actualidad el monasterio de Nuestra Señora de las Nieves está convertido en Casas consistoriales. Y en lo que ayer fue arca de santidad hoy te mueven cómicas figuras, siluetas bufonescas de histriones y Sanchos.
Bajo la pesadumbre de su ancianidad venerable el viejo convento se levanta como un titán que se rebela a morir. Y de sus encantos, leyendas y tradiciones nos hablan la iglesia monacal, la “catacumba”, y el añejo mirador, que coronando el caserío, se levanta retadoramente como una gran atalaya… La actitud del mirador es altiva quijotesca…
Al transitar la iglesia del convento se nos antoja que la sombra de «Sor San Antonino» surge de las misteriosas penumbras, para relatarnos la edad de oro de este retiro monacal, que hoy solo tiene el aspecto de una inmensa tumba, abierta y desolada, donde nadie reza.,.
¡Cenizas, sombras, ruinas venerables! ¡Oro de! pasado! Y el viejo mirador altanero,surge como un reto, como una protesta, como una rebeldía,..
Sebastián Padrón Acosta. Orotava (Tenerife), Gaceta de Tenerife 17-02-1922
- Viera y Clávijo. T, IV. pág. 404.
- Legajo A. (4) núm. 8º (Adiciones al primer inventario del archivo municipal del Puerto de la Cruz).
Reconstrucción infográfica del convento