La investigación en paleopatología ósea y estudios de las momias guanches
Viendo el documental emitido en TVE sobre las Momias Guanches, me ha venido a la memoria una serie de vivencias personales disfrutadas hace más de 30 años y me he propuesto escribir un resumen recordatorio de lo que , algunos investigadores canarios hemos realizado en estas islas, de manera callada y muy humilde, con precariedad de tecnología y apoyos institucionales, que han servido para abrir la puerta y dar comienzo a un trabajo que hoy se presenta como espléndido al ver que, con la aplicación de estudios radiológicos de alta resolución y, muy especialmente con el uso de la genética, vamos descubriendo más y mejor a las personas que conformaron aquella sociedad primitiva, los genéricamente conocidos por guanches, en extensión a todas las islas, para conocerlos y compararlos con la actual, y poder concluir en la alta proporción de herencia mantenida a través de los siglos que hoy definen a los canarios.
En el documental vemos las emotivas reacciones de los especialistas participantes, los radiólogos, los médicos, los paleopatólogos, los conservadores de museos, cuando, a través de las imágenes obtenidas por el scanner de alta resolución, iban saliendo a la luz informaciones inéditas que producían un efecto embriagador en ellos. Huesos, vísceras, materiales que dan vida a seres humanos que vivieron hace cientos o miles de años y que hoy nos sirven para informarnos de multitud de cuestiones de sus vidas y patología.
Recuerdo sentir esas mismas emociones cuando, en 1989, y bajo el Proyecto CRONOS, Bioantropología de las Momias Guanches, comenzamos el estudio con distintas universidades extranjeras de varios países que, desde el Museo Arqueológico de Tenerife y con el apoyo del Cabildo Insular, concluyó, en 1992, con el I Congreso Internacional de Estudios sobre Momias.
Tuve la suerte de formar parte del Comité Científico del mismo, liderado y presidido por el Dr. Arthur Aufderheide, Profesor de Patología de la Universidad Minnesota-Duluh Campus, en el que participaron, de manera principal, el Dr. Rafael González Antón, Director del Museo Arqueológico , el Dr. Conrado Rodríguez Martín, hoy Director del Museo Arqueológico y del Instituto de Bioantropología y el recordado Fernando Estévez González, entre otros.
Pero, comencemos desde el principio para conocer la secuencia histórica que nos ha permitido llegar hasta donde hoy nos encontramos.
La investigación sobre restos humanos y sobre las momias de los aborígenes canarios viene desde antiguo y han sido numerosos los científicos e investigadores que han dedicado parte de sus estudios a los mismos. El inusitado interés que desde siempre ha despertado el mundo antiguo de los pobladores de Canarias es sorprendente. Entre los investigadores extranjeros podemos recordar, entre otros muchos, a Sabino Berthelot y a René Verrnau, franceses; a Ernest Albert Hooton, norteamericano; a Ilse Schwidetzky, alemana; a los canarios Gregorio Chil y Naranjo, Juan Bethencourt Alfonso, Juan Bosch Millares, Luís Diego Cuscoy, que aunque de Gerona, es considerado como de las islas; y a los peninsulares españoles Alzola, Barras de Aragón, Fuste de Ara y a tantos otros.
Tras mis estudios en la Facultad de Medicina de Granada, en el año 1972 empecé a trabajar como residente del Departamento de Cirugía, en el Hospital General y Clínico de Tenerife. Allí realicé mi especialización en Cirugía Ortopédica y Traumatología y, al finalizarla, en 1975, fui contratado como Médico Adjunto en el Servicio de Traumatología y Ortopedia. Al mismo tiempo, y por imperativos legales para la obtención de dicha plaza asistencial, obtuve de manera vinculada una plaza de Profesor No Numerario de la Facultad de Medicina, como Profesor de Clases Prácticas en la Cátedra de Patología Quirúrgica, que mantuve hasta 1987 en que, tras la promulgación de la Ley de Incompatibilidades del año anterior, cesé en mi etapa docente de la facultad.
Esta vinculación con la enseñanza universitaria motivó mi deseo de seguir realizando estudios de postgrado, por lo que, una vez presentada la Tesina de Licenciatura en 1975, empecé a diseñar lo que sería mi trabajo de tesis doctoral y me encaminé, desde 1980, a investigar sobre los huesos y restos óseos de los guanches. Mientras realizaba los cursos de doctorado, que fueron sucediéndose en los años siguientes, me puse en contacto con Luis Diego Cuscoy, a la sazón Director del Museo Arqueológico de Tenerife, con sede en el edificio del Cabildo Insular y le expuse mi deseo de desarrollar un estudio con el material óseo que conservaba el museo. Desde ese momento, Diego Cuscoy me prestó una enorme ayuda abriéndome los depósitos del museo, localizados en unos almacenes del antiguo edificio del Hospital Civil de Nuestra Señora de los Desamparados, y que me abría cada vez que lo precisaba en mis estudios, el bueno de Elicio, eterno ayudante de campo de don Luis en sus pateadas por los territorios insulares, que conocía mucho de cuevas, enterramientos, huesos, enseres y todo lo relacionado con la cultura aborigen, y del que también aprendí sobre el particular. En mi recuerdo las numerosas e instructivas charlas que mantuve con don Luis y el agradecimiento por conocer sus archivos personales que me fue mostrando a lo largo del tiempo que se dilataron los estudios.
Todo este entusiasmo fue alentado, entonces, por quien ostentaba en aquel momento la cátedra de Historia de la Medicina en la Facultad de La Laguna, el Dr. Conrado Rodríguez Maffiote, que, a su vez, años antes, había sido mi Jefe de Servicio en la Sección de Traumatología y Ortopedia del Hospital.
Muchas semanas y meses pasé en aquellos depósitos, abriendo cajas de huesos y de restos, que fueron empapándome de conocimientos en aquel apasionante mundo de la paleopatología. Con medios muy rudimentarios, si echo la vista atrás y lo comparo con la enorme tecnología de la hoy disponemos, realicé durante un par de años mediciones, búsquedas anatómicas y macroscópicas de aquellos huesos, centrándome básicamente en los fémures, hueso largo por excelencia del cuerpo humano; lo complementé con estudios radiológicos realizados en el propio hospital donde trabajaba y algunos estudios microscópicos en materia ósea, todo de forma muy artesanal y casi autodidáctica, aplicando mis conocimientos como especialista en traumatología.
Finalmente, en 1984, presenté mi tesis doctoral » Morfopaleopatología ósea del aborigen canario: estudio en huesos fémures«, obteniendo la calificación de Sobresaliente Cum Laude y que fue la primera tesis doctoral de la Universidad de La Laguna basada en este tipo de estudios. Recuerdo la dedicatoria en la misma: «A mi tierra, para que el conocimiento de su pasado contribuya al engrandecimiento de su presente».
Inmediatamente y pocos meses después, mi compañero Conrado Rodríguez Martín, presentó su tesis doctoral sobre «Variaciones anatómicas en cráneos prehispánicos de Tenerife», siendo la segunda tesis consecutiva referida a estudios sobre la población prehispánica de Tenerife.
A partir de ese momento se sucedieron, en los años siguientes, tesinas y tesis doctorales que continuaron el camino abierto en el estudio paleopatológico de los guanches y poblaciones aborigenes de las islas.
En esa misma época empecé a colaborar con algunos artículos que se publicaban en los suplementos dominicales del periódico El Día y , tras una serie de ellos, relacionados con las enfermedades de los guanches, obtuve el premio periodístico «Antonio Rumeu de Armas» en 1986.
Unos años después, en 1993, el Centro de la Cultura Popular Canaria y el Cabildo de Tenerife, editaron un libro que sería un resumen de mi tesis doctoral y que se denominó Las enfermedades de los aborígenes canarios.
Esos años, estando inmerso en esos conocimientos, supuso a nivel personal un interés aún mayor del que siempre he tenido en torno a la historia de Canarias en su más amplia vertiente. Esto condicionó el aficionarme en la búsqueda de cuevas y relacionarme con gentes conocidas en su amor y defensa del patrimonio cultural aborigen; así conocí a Fernando Massanet, magnífico pintor, y a Hermógenes Afonso, Hupalupa, a quienes en ocasiones acompañé por montes, barrancos y cañadas, y de quienes aprendí mucho, sobre el terreno, que me sirvió para comprometerme, aún más, en aquellos estudios que seguía realizando.
Recuerdo que, conociendo aquellos mis investigaciones, me abrieron las puertas de sus casas para mostrarme una rica colección de antigüedades guanches que habían ido acumulando a lo largo de los años y que contenían una valiosa aportación del patrimonio aborigen. Era impresionante lo que allí se depositaba, hasta el punto de comentarles la necesidad de que todo aquello debería ser entregado a los museos para su conservación y exposición ciudadana. Eran tiempos algo convulsos y supe de conversaciones mantenidas por ellos con el propio Cuscoy para el depósito de las piezas encontradas, pero sin entendimientos finales. El tiempo logró que ambas colecciones fueran donadas al Museo Arqueológico y hoy se puedan admirar en salas que llevan el nombre de sus donantes.
Fernando Massanet conocía la existencia de algunas cuevas con enterramientos y, con aquel prurito proteccionista que se poseía, no era dado a conocer la ubicación de las mismas. No obstante, en una ocasión me acompañó a mostrarme una cueva en Las Cañadas del Teide a la que entré para encontrarme con un esqueleto casi completo, sin signos de momificación, en una cueva de dificil acceso a la que se llegaba reptando con mucho trabajo por una boca estrecha. Después de aquel descubrimiento, pude convencerlo de que diera notificación del hallazgo al Museo y contacté con los directores de entonces. Al explicarle el tema, ciertamente no mostraron demasiado interés en aquello y les sugerí la posibilidad de extraer aquel esqueleto para realizar un estudio más profundo en el Hospital General y Clínico a lo que me dieron su visto bueno.
Tras convencer a Massanet de mis deseos, finalmente accedió a extraer el esqueleto que llevé al hospital donde le realicé una serie de estudios radiológicos. Tras los mismos, le ofrecí al museo depositarlo allí, pero, repito, no se tuvo demasiado interés y, finalmente, con todo el respeto profundo que le profesaba Fernando Massanet a los restos humanos, de nuevo fue llevado a aquella cueva de Las Cañadas, de la que ya ni recuerdo como llegar ni donde se encontraba. Reposa en el mismo sitio donde, haceía cientos de años, había sido enterrado.
En 1988 se celebró en el Puerto de la Cruz el Congreso de Patología de la Columna Vertebral, patrocinado por los laboratorios Pfizer, hoy tan de moda con lo de la vacuna para el Covid 19. Entonces aproveché la ocasión para, en colaboración con el propio Museo Arqueológico, realizar un pequeño stand mostrando restos óseos aborígenes de la columna vertebral y un cartel científico, incluyendo aquel esqueleto que en ese momento estaba estudiando. En el congreso aproveché para dar unas charlas sobre la patología ósea de los guanches. Después de todo ello, retornamos a su cueva original aquellos restos como dije antes.
Al siguiente año, en 1989, ingresé como Miembro del Instituto de Estudios Canarios con una conferencia sobre Paleopatología Osteoarticular de los aborígenes de Canarias. Estudios de H.L.A. en el área iberoamericana. Insistía en continuar investigando en esa disciplina que tanto me atraía.
Entonces comenzó el trabajo sobre el proyecto que se denominaría Cronos y que, como antes mencioné, motivó la realización del I Congreso Internacional sobre Momias, integrando el Comité Científico que el Museo Arqueológico y Etnográfico de Tenerife, junto con el Organismo Autónomo de Museos y Centros dirigió. Años antes, en 1983, la Dra. Eva Cockburn, de la Paleopathology Association sentó las bases para este digno trabajo científico que dio sus primeros pasos con la visita del Dr. Aufderheider, en 1988, para conocer de primera mano el material óseo y momificado que se poseía en Tenerife.
Este I Congreso sobre Momias, , proyectado para realizarse en 1991, fue suspendido a causa de la Guerra del Golfo por lo que tuvo que esperar hasta 1992 en que finalmente se hizo. Se presentaron 151 trabajos científicos con participación de más de 300 investigadores de 21 paises de Sud y Norteamérica, Europa, África y Asia.
El asunto más importante del Congreso fue el estudio sobre población guanche lo que motivó realizar investigaciones sobre aquellas y que realizamos en el Hospital Universitario de Canarias, con técnicas no invasivas radiológicas, en este caso Rayos X y Tomografías Axiales Computarizadas (TAC), por lo que, del mismo modo en que demuestra el documental televisado, fueron llevadas nuestras momias, desde el Museo hasta el Servicio de Radiología, donde se efectuaron los estudios.
Fue emocionante descubrir aspectos novedosos en aquellos escaneados de las momias. El sentimiento personal que nos embargaba a todos en aquellos momentos es lo que pudimos ver en el documental. Nuevas aportaciones esqueléticas, de la anatomía, del interior de los cuerpos, de sus dientes llenaron de expectativas nuestros afanes por conocer más profundamente aquello que durante cientos de años llevaba silencioso. Con aquellos aparatajes, aún rudimentarios y sin alta resolución como hoy nos muestra la ciencia, nos dimos por satisfechos en nuestros modestos estudios; estábamos abriendo puertas para que otros siguieran el camino, como así ha sido.
En 1993 recibimos una invitación para participar en el Symposium Internacional de Momias, celebrado y organizado por la Leopold-Franzen University de Innsbruck, en Austria, tanto Conrado Rodriguez como yo mismo, con sendas ponencias sobre Patología Osteoarticular en los aborígenes canarios y sobre Conservación y estudios en las momias guanches. Allí tuvimos la maravillosa experiencia de conocer in situ a Ötzi, el Hombre de las nieves del Tirol, la momia más antigua y conservada en Europa con más de 5000 años de antigüedad, en torno al que se desarrolló este encuentro internacional.
Colaboré durante algunos años con el Instituto Canario de Paleopatología y Bioantropología creado por Conrado Rodríguez, y recibí, en 1998, el nombramiento de Profesor Asociado del mismo por parte de la Presidenta del Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife, Carmen Rosa García Montenegro, que me llenó de orgullo y satisfacción. Para mi pesar, y dada las numerosas actividades laborales y personales que me entretenían demasiado en aquella etapa de mi vida, fui dejando de lado aquel nombramiento y, casi sin querer, con el paso del tiempo, me fui alejando del contacto con aquel apasionante mundo que siempre añoro en el recuerdo.
Desde entonces sigo en la distancia todo lo que acontece en el mundo científico y de investigación referentes a las poblaciones primitivas de Canarias. Y lo hago sorprendido con la tremenda evolución que han desarrollado los investigadores amparándose en tecnologías modernas y avanzadas, sintiendo una emoción contenida y una sana envidia de no haber continuado en ese camino. Pero también me siento orgulloso de haber contribuido, junto a otros compañeros investigadores, aunque fuera de forma pequeña y poco importante, condicionados en la medida que aquellos tiempos nos imponía, a poner a disposición de todos, más y mejor sobre el conocimiento de la vida, de las enfermedades y de la historia de los primitivos hombres y mujeres que habitaron este archipiélago. Siempre me he sentido satisfecho y orgulloso de esta tierra canaria y desde épocas muy tempranas de mi vida, empeñé mi tiempo en dedicarme, paralelamente a mis estudios universitarios y posteriormente a mi profesión , a trabajar seriamente en el conocimiento del apasionante mundo de nuestra historia y nuestro pasado. Hoy quería recordar todo esto ante la emoción sentida al ver el documental sobre las momias guanches.
Carlos García 19-11 2020