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Colón en La Gomera (1484-86), según un romance del siglo XVI

Casa de Colón en La Gomera
Casa de Colón en La Gomera

El histórico y revelador romance del siglo XVI publicado por primera vez en 1929 por el prestigioso cronista oficial de Canarias, el portuense Pedro Montes de Oca García (1877-1964), en su libro Colón en La Gomera (1484-1486), … copia sacada en 1792 de otra de letra, papel y tinta, del año 1671, que poseían los señores Condes de La Gomera y para en el archivo de su casafuerte en la Villa de Adexe desta isla de Theneriffe, pues, el dhº romance, fue recogido en 1573 por un relegioso hijo de Seraphico P Sn. Francisco, en ocasión de hallarse en visita de la orden de San Sebastián de aquella isla, siendo Provincial y antes, guardián de su convento de los Reyes.

 

Como señala don Luis Fernández Pérez, cronista de la isla de La Gomera, y prologuista del documentado trabajo de investigación de nuestro historiador: “Consta ya en el mundo científico, como el Congreso de Americanistas, efectuado en París en el año 1900, no pudo aclarar el punto, hasta hoy dudoso, donde estuviese Cristóbal Colón durante el periodo de tiempo, o sea desde el año 1484 al de 1486, más, por medio del Romance inédito hasta el presente, donación hecha al Sr. Montes de Oca García, en 1919, por el académico correspondiente a la Real de la Historia, don Manuel de Ossuna y Vanden  Heede, el que obra es su archivo, parece determinar con claridad el sitio y tiempo en que el glorioso navegante y descubridor del Nuevo Mundo permaneciera ignorado y además, los pormenores del famoso viaje a tierras ignotas que efectuara el piloto Alonso Sánchez de Huelva, su sufrida y trágica odisea acaecida en 1484…”.

 

Es por tanto un serio y riguroso estudio que esclarece y explica con la aportación de 54 citas, dos apéndices y varios adicionales, con el seguimiento del viejo romance, un lapso de dos años de vida de Cristóbal Colón, así como la importante convicción del navegante Alonso Sánchez de Huelva, “natural de aquella Villa, en el condado de Niebla, piloto de una pequeña embarcación suya, con que en tiempo de la conquista de esta isla, frecuentaba su comercio, trayendo a los conquistadores los efectos que más necesitaban, y reformando los que producía la tierra inculta, de carne, cecinas, cebo y pieles; y volviendo su viaje de este contrato, le arrebató un recio tiempo [que sería leste] y le llevó corriendo a las partes de Occidente, sin sosegar en 28 días, que arribó a tierras ignoradas, y no conocidas sin que pudiese su pericia observar la altura en que se hallaba. Salió a tierra y admirando muchas cosas, escribió lo que vio y pudo; y tomando agua, leña, y otras cosas de provisión para su vuelta, cuando le pareció el tiempo favorable y de la tierra, siguió a tiempo su viaje, que si fue más dilatado de lo que pensó Alonso Sánchez con que padeció tantas faltas, que siendo 17 los compañeros con que comenzó la fortuna de su viaje, cuando llegó a la Tercera solo se hallaron vivos cinco hombres: y arribando en casa de Cristóbal Colón, que unos quieren estuviese en la isla de la Madera, y otros que fue en la isla de Canaria, les procuró la salud con todo regalo; pero no estaban ya las naturalezas para aprovecharse, y murieron todos, siendo el último Alonso Sánchez de Huelva, que correspondió agradecido a Colón entregándole sus relaciones, y las demás observaciones que pudo hacer en su vuelta, con que subieron las Islas Afortunadas, y lo fue Colón en su empresa, año de 1492, habiendo sido el desgarro de Alonso Sánchez, fenecida esta conquista de Canarias, año de 1484; por todos los filósofos antiguos ignorado el que hubiese estos antípodas…”

 

Así pues, la contribución útil al Certamen Iberoamericano de Sevilla fue este valioso trabajo de investigación histórica que a modo de homenaje cariñoso les rindieron los organismos administrativos canarios y su autor Sr. Montes de Oca García.

 

Tan apasionante tema no puede volcarse en un artículo periodístico; pero con la reproducción literal del romance y algunos breves comentarios como introducción, el lector puede aventurarse a su interpretación más subjetiva.

 

Según el historiador Pedro A. del Castillo, el naufragio ocurrió en 1484, y Colón, que tenía su estancia en San Sebastián de La Gomera, que era su amigo lo socorrió y alojó en su casa. Con respecto a la casa de Colón, más que las existentes en torno a la torre, fue en la misma “Torre del Conde”, donde residió, pues el inmueble propiedad de doña Teresa de Castro de Fernández “casa actualmente señalada como de Colón en la Villa de San Sebastián de La Gomera, era una solemne impostura, era una filfa”, según don Maximiano Aguilar y Medina.

 

Desfilan personajes como Diego Herrera, fallecido en 1485 y su hijo Hernández Peraza, asesinado en 1488; su esposa doña Beatriz de Babadilla. También otros como Pero Fernández (coronel), que salió de San Lucas, el 6 de febrero de 1498, para el Nuevo Mundo en las carabelas Santa Cruz y Niña o Santa Elena, cuyos maestres fueron, Juan Bermúdez y Pedro Francés, vecinos de Palos y por pilotos Francisco Niño y Juan de Umbría.

 

Se enriqueció Colón con los documentos facilitados por el pariente del piloto que mantuvo en secreto para su proyectado descubrimiento, aunque con anterioridad a 1484, fue conocedor de las ignotas tierras que piso Alonso Sánchez, por lo que oyó a un piloto vizcaíno de una nave que había visitado las lejas tierras, resolvió su primer viaje y descubrimiento de América.

 

ROMANCE

 

—I—

Ya Canaria conquistada,

a La Gomera arribó

una nave empavesada

por buen tiempo que corrió,

al ser en Cádiz armada

con Colón y aquí fondeó.

 

De aquesta tierra gomera,

el Gran marino habitó

la casa que le ofreció

Diego García Herrera

la q. e su hijo heredó

y después, gozó su nuera.

 

Y sucedió en aquel tiempo,

cosa digna de contar,

que. por fuerte temporal

de mar recia, lluvia y viento

la nave de un nauticál

corrióse a lejano puerto.

 

Ya en tierra desconocida

sus Caciques-indorinos

en tan penosa jornada

el nauticál y marinos

-con motivo a la arribada-

tratándoles cual divinos.

 

Hizo el nauticál el viaje

un derrotero y buen plano

levó anclas, tomó aguaje

y partió del suelo indiano

con su nave al capeaje

cierto día de verano.

 

Se enfermaron los marinos

durante el viaje do fueron

de tumores, que por descuido

sin curarles ellos dejaron;

algunos destos murieron,

y seis, tomaron malignos.

–II–

 

Pero Fernández contó:

“Que vio una isla poblada,

que su gente iba pintada

y que en ella pernotó”;

más, Juan Bermúdez afirmó

todo lo que aquel narraba.

 

Pedro Francés nos hablaba

de esa tierra y con encanto;

también Franco Niño daba

más noticias, mientras tanto

Juan de Umbría, sospechaba

fuese el Paraíso Santo.

 

Surcando olas violentas,

rota en la nave sus gavias,

las gentes muy fiebriolentas,

perdida casi sus sabias

maltrechos por las tormentas,

llegaron a las Canarias.

 

De tal fusta marinera

los horrores del naufragio

lloró la villa gomera,

y Colón, aquí, en espera,

tendió en su casa agasajo

cual pudo y a su manera.

 

Luego, y a los pocos días,

falleció el nauticál

de tan incurable mal,

y Colón, por simpatías

le sufragó el funeral

y aquellos, sus estadías.

 

Dicho derrotero y plano

los recogió el genovés

para su entrega a un huelvano,

y como tuvo a su mano

documentos de interés,

les conservó muy ufano.

–III—

 

Ya referimos los grave.

En dos años que vivió

hacia España con su nave

y la otra que arregló,

desde aquí, Colón, partió

a Cádiz, con viento suave.

 

Por ser el muerto atendido,

cedióle en Huelva, un pariente

a Colón, muy complacido,

el derrotero, excelente

y aquel plano, conocido

que iluminaron su mente.

 

Por los documentos vio

quel nauticál había ido

a regiones que soñó

el gran Séneca instruido

y ese secreto guardó

para darle buen destino.

 

De ayuda al descubrimiento

de las tierras, y con denuedo

dado su conocimiento

nuestro morador gomero

salióse de Huelva, luego

de conseguido intento.

 

Colón, con aquel secreto

y otro que había adquirido

de antemano más completo,

con aplomo y buen sentido,

descorrer quiso lo ignoto

por ser un hombre entendido.

 

Y al correr  el año, presto,

Colón sube a Portugal

y en la corte, ya depuesto

ante el Consejo Real

el discutido proyecto

no consigue su ideal.

–IV—

¡Oh, que triste desventura

sufrió el genovés Colón

allá, donde con locura

prisión dio a su corazón

al ver su gloria insegura

y su fama casi al baldó!

 

Por no poder encontrar

quien tendiese protección

a su proyecto, y triunfar,

disgustado por la acción,

Colón se marchaba al mar

a disipar su aflicción.

 

Visita con devoción

vestido de peregrino

y en santa resignación

de Galicia, su Patrón

Santiago, ¡Apóstol divino!

y ante él hace oración

 

Con firme y santa entereza

le ofrece, por ser cristiano

toda la vida que aprecia

vestir sayo franciscano

y cumplir esta promesa

con fervor de galiciano.

 

Por este voto ofrecido

mandó labrar un retrato

a un judío de su trato

muy bello y enegrecido

el q.e siempre, y con recato,

Juró llevarlo consigo…

 

El mundo desconocido

vio Colón en lontananza

y cual fruto apetecido

a su triste bienandanza,

jamás, perdió la esperanza

darlo a su España rendido.

 

Y concluyo en la esperanza de que el libro “Colón en La Gomera (1484-1486)”, una pieza rara de conseguir y muy valiosa sea reeditada como homenaje al autor y al universal acontecimiento del Descubrimiento del Nuevo Mundo, lo que estoy seguro podría hacerse con poco coste, aunque no tanto para ofrecerlo al lector al precio de 5 Ptas. como figura en la contraportada de la edición 1929.

 

Por Melecio Hernández Pérez

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