ImobachTradiciones Portuenses

El llano del pavo

TRADICIONES PORTUENSE

Para mi intimo colega don
Adolfo Molina y Martín.

En un corto predio de zahorra (1) con tal o cual mancha de verdura raquítica, vivía  cristianamente, al calor de la medianería cierto matrimonio cuyos descendientes por línea de varón, ejercieron, con muy poca suerte, entre islas y América, el oficio de pacotilleros, allá por los años de 1798 a 1799.

Como mezquina herencia—conste que esto es rigurosamente histórico – sólo poseían un corto número de pavos que procuraban alimentarse por si solos y hacer sus crías como mejor les conviniese.

Los pavos de Las Arenas, llegaron a tomar fama en estas islas, no solo por haber sido su casta conservada sin enrazar con otras de su especie y color más o menos inferior, sino que sus carnes eran de mejor sabor y provenir de aquella pareja americana – primera introducida en Tenerife -, pobladora con sus hijuelos los corrales del mayorazgo de la Quinta Roja, y más tarde, los de las distintas casas tituladas de la nobleza isleña.

El pavo o la pava que saliese del predio para ser comido relleno en tal o cual banquete, no podía sacrificarse sin antes traer su comprador y con quince días de antelación, un almud de nueces para cebarlo y dos napoleones (38 reales de vellón) que importaba el costo de la pieza, completamente desplumada y dispuesta a recibir la transformación del condimento más sabroso que puede peropocionarle todos los menesteres de una cocina bien aprovisionada, a más de las buenas manos y paladar en aquel que ejerce el cargo de maestro en el arte culinario.

I

Plano donde se observa el Llano del Pavo entre la montaña de la Arena y la actual Casa Azul.
Plano donde se observa el Llano del Pavo entre la montaña de la Arena y la actual Casa Azul.

La noche del 23 de Diciembre de 1809 se presentó envuelta en sudario de nieves, por lo que el párroco, hombre poco saludable, dejó de asistir a la velada, temeroso de tomar un catarro que le impidiese celebrar los oficios de la Navidad.

Los amigos habían determinado reunirse en la Casa Rectoral, y hechas las presentaciones a hora combinada, cada cual hablaba de lo que más sabía, llegándose hasta el extremo de negar que eso de la Pascua era y fue un mito.

El páter tomó la defensa y con toda serenidad y firmeza les dijo:

«La palabra Pascua, que sígnifica tránsito se deriva del vero hebreo Pèsahh;  Phase le llama San Jerónimo, aludiendo al Cordero Pascual, y por consiguiente, a la fiesta que los hebreos como efemérides o recuerdo de haber pasado por las puestas de las casas de los israelitas que estaban rociadas con sangre de cordero, el Ángel exterminador, sin causar daño alguno, después de hacer morir, cuando la famosa plaga, a todos los primogénitos egipcios, porque el dicho cordero, muerto y bien lavado, era asado al fuego con su propia grasa, con estómago, intestinos y entrañas. Y los israelitas comianle con panes azymos o amargos, de pié, vestidos y calzados, con el báculo en las manos y prontamente como quien está de prisa y piensa caminar.»

«Cada familia consumía un cordero en la precisa hora del 14 del mes de Nisan por la noche, después de haber rociado con sangre de dicho animalito los postes y dinteles de las casa, si sobraba algo del cordero, se quemaba, y de ninguna manera se dejaba para el siguiente día. Esta costumbre la observaron los hebreos hasta la destrucción del templo de Jerusalén, desde cuya época quedó totalmente abolida.»

Muy bien, muy bien, prorrumpieron a coro los contertulios; mas uno de ellos, el más joven, persona que había viajada por España, habló de esta forma:

«La Pascua entre nosotros, se celebra en mucha» poblaciones consumiendo cordero el 25 de Diciembre y el domingo de Pascua de Resurrección; pero en bastantes capitales y sobre todo en la villa y corte de Madrid, el animal que hace el gasto—como vulgarmente se dice—, es el pavo, ave comprendida en la familia de las gallináceas y cuyos caracteres son ya conocidos entre nosotros. Desde la» aristocrática cocina, poblada de marmitones y cocineros, de hornillas alimentadas con carbón de piedra y reluciente batería; hasta la casa campestre y primitiva, rara es la casa y pobre el hogar donde no se celebre la noche del 24 de Diciembre, bien comiendo el capón de Pascuas, o la jugosa carne de pavo cebado “no se lee” en característico con picante pepitoria.»

Terminé la velada del 23 a las once y media, y cada cual apresurose a tomar abrigo en sus alcobas, más o menos confortables, pensando pasar el sueño de aquella larga noche lo mejor que se podía, y deseando conmemorar a la siguiente el misterio de los misterios el sin igual del Nacimiento del Hijo de Dios en Belén.

II

Solo, tan solo en el predio de Las Arenas, le quedaba al pavero un hermoso cazar de aquellos famosísimos animalitos americanos. Desde la tarde del 24 de dicho mes, mi hombre, feligrés de la parroquia de la Concepción de la Orotava, pero cumplidor de los preceptos religiosos de la de este Puerto, de acuerdo con su esposa, determinó cargarse al hombro su gran pavo y llevarlo, como de presente, al señor cura. Así lo hizo y así llegó a la Casa parroquial en la precisa hora de las oraciones. En el banco de piedra llamado de las Monjas, al pasar por la plaza de la iglesia, se encontraban charlando un buen número de personas de la mejor sociedad portuense y el pavero, como notara que entre ellos uno hizo cierto gasto de fijanza a los demás, para reconocer bien el guanajo y observar donde iba a ser entregado, concibió la idea de rescatarle aquella misma noche, evitando así se dieran gusto a sus estómagos probando bocado de él, antes que el señor cura.

Y el animalito quedó depositado y libre de las ataduras con que el pavero lo había trasladad hasta el patio rectoral… (2) y, el páter, contento, se apresuró a pasar invitación al escogido grupo de asistentes contertuliadores del banco de las Monjas, para que. al día siguiente, viniesen a su casa a participar de aquel inesperado presente.

Con unas cuantas monedas y dos hermosos escapularios pagó el señor cura a nuestro hombre tamaña dádiva, por lo que, sintiéndose agradecido, caltó con verdadera cara de Pascuas a comprar, en determinado puesto público, los famosos pasteles de la Navidad, para comerlos en unión de su esposa.

Tomando cuesta arriba de “Las Cabezadas” (3) pronto llegó a su casa y cuando creyó encontrar a su mujer preparando para cenar, el humeante zancudo de la Nochebuena, notó que ésta se hallaba tendida en el lecho, muy entristecida y llorando a lágrima viva.

– ¿Por qué lloras? – le pregunta el hombre labriego. ¿No sabes que esta noche es noche de alegría, de gozar de …? ¿Qué te ocurre? ¿Qué novedad tienes que ocultarme? ¿Cómo es posible no me cuentes tu pesar?

A tanta intimación del pavero, por fin, la hortelana manifestó a su marido el motivo de la congoja, que no fue otro que el haber encontrado muerta en un rincón a la hembra patirrana del pavo llevado en aquella tarde al señor cura, único ejemplar que le quedaba y que su muerte la había precipitado la separación.

– Tienes sobrado motivo para así sospecharlo, mi buena compañera; la tristeza es el aceleramiento para finar… pero no has que seguir en esta noche entristeciéndonos; ya verás que pronto conseguimos otro animalito. Ya verás, ya lo verás…

III

Las diez de la noche habían sonado en el reloj de la “Casa quemada”. Cuando los campaneros de la Concepción, San Juan y del Puerto recorrían las esquinas para anunciar los maitines, preliminares a la Misa del gallo tan solemnes como se cantaran en una Catedral Primada y sus broncíneos sonidos, muy especialmente de los portuenses, llegaron a los oídos de pavero como el más seguro despertador que hace recordar un algo que por deber, tenia que cumplir en aquella señalada noche.

Los caballeros de la tertulia solo esperaban que el señor cura entrase en el templo de la Peña de Francia y que los cantos corales llegasen el segundo nocturno para podar dar el asalto al pavo, escalando los muros de la Recoba vieja (4).

Y sonaron las campanas por segunda y tercera vez… mas el pavero, provisto de larga lanza, cruza los atajos y vericuetos del camino, hasta llegar a la Montaña del Monte Miseria, y colocándose en un puesto estratégico, ve que una luz de linterna roja lucía dentro del patio de la “Casa Rectora” y dando un estrepitoso silbido – señal ya convenida con la justicia – , hace que ésta rodee la casa, al propio tiempo que el pavo, remontando el vuelo, salta los muros y a poco rato aparece junto a sus pies tan arrogante, tan soberbio y haciendo la característica rueda a su salvador.

Aquella memorable noche durmieron en la cárcel la partida del apresadores del célebre guanajo que dio nombre al predio ya descrito – El Llano del Pavo, no pudiendo gozar ni de la función religiosa ni del ruido más o menos armonioso de la morisca guitarra; del áspero pandero, del bronco tambor que atronaban las calles, ni de las primicias de los pastelitos rellenos, que siempre han sido famosos en este solar bravío y siguen siéndolos.

A la mañana siguiente, con una gran cencerrada, fueron recibidos en la calles, libertados por el señor cura, la tuna que pretendía comerse el pavo antes del día para que estaban invitados,  de este acontecimiento, nos dejó, como ínfimo recuerdo, cierto vate de poca monta (5), la composición siguiente:

Por la mañana me lavo
Y por la tarde me peino
Para ir al “Llano del Pavo”
Antes que llegue el Invierno

Procurando estoy aquí
Ver al pavo que voló,
Bajé cual mismo subí
Y el nombre al llano dió
Porque en verdad que existió (6)

F. P MONTES DE OCA GARCÍA.
Puerto de la Cruz. Diciembre de 1925.

(1) Lapilli.
(2) Este patio, que formó parte de la Casa de la Hermandad de Nuestra Señora de la Peña, hoy convertido en jardines del Hotel Monopol, fué tomado a censo reservativa por Tomás Zamora.
(3) Por simplificación de nombre ha sido conservada por el de las Cabezas.
(4) Este edificio se levantaba al finalizar la acera derecha del Callejón Punto Fijo.
(5) En nuestro poder guardamos una copia esmeradamente escrita por el erudito portuense don Maximiano Aguilar y Medina, tomada del original que poseía don Gonzalo Díaz Flores.
(6) El predio que en aquellos tiempos fue casi improductivos, hoy ha sido transformado en hermosa quinta de recreo, por su dueño don Melchor Luz y Lima.

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