El templo blanco (Iglesia de la Luz, Los Silos)

PLAUSIBLE CONMEMORACION

(1522-1922)

Dime, Señora, dy,
cuando parta de esta tierra
si te acordarás de my.
(Copla de Juan Alvarez Gato).

Para el doctor don Santiago Beyro y Martin, amante de las glorias patrias.

Frente a las montañas, el sol juega entre laberintos de nubes tricolores. Abajo, en tiradas praderas, arden en fuego, magníficamente, las floridas suertes del señorial lugar de Los Silos, con fin de abundantísimas mieses, las que se enlazan con otras del solar patricio, allá en la antigua Buenavista. ¡Avemaría de la Luz…!

Al templo blanco, al «Santuario del poblado», le alumbra una magna apoteosis… Y el blanco templo, descansa su base arrogante en una plazoleta alegre y característica. Ella está teñida de verde y rosa, de matices Infinitos, suaves cual la aurora y de reverberaciones plenas, como las crepusculares claridades del adiós del día.

Iglesia de la Luz

Calles alegres se cruzan. Calles con casas de caprichosas arquitecturas levantadas se ven; ya las viejas casonas y graneros van desapareciendo, se han ido transformando en confortables albergues de mentes pensadoras, de aposentos para un pueblo civilizado con altivas miras y sentimientos generosos.

Las finadas layas que le conocieron, si vinieran a la vida, no dirían como escribió el P. Fr. Alonso de Espinosa (1), está ennoblecido con el ingenio de Daute que está junto a él, que es de un caballero aragonés llamado Gaspar Fonte de Ferrera, de seguro que gritarían a todos vientos: ¡Le dignifican honradísimos ciudadanos, tales como el señor de Jordán, que es tan caballero cuan lo fué aquel aragonés!

El templo blanco fué construido en 1522, y por decreto erigióse en curato a 13 de Septiembre de 1605 -beneficio que felizmente hoy rige, tan a gusto del pueblo, el ejemplar sacerdote Sr. Remón-. Conservador es, en estos tiempos que corremos, de la deleitosa liturgia sacra, mágico cantor, que hace, con su voz y estilo peculiar, elevar el espíritu de sus feligreses hacia lo alto…

La santa Regina y Patrona de Los Silos, Nuestra Señora de la Luz, habita en el santuario blanco, de una nave y tres capillas, con torre, nidales y descanso de palomitas inocentes, arrulladoras al toque del Angelus. De sus esquilas sonoras, repercuten dos tonos musicales allá en las pendientes térreas de Erjos, siendo admirable escucharlas al claro de la luna como, también, al cubierto, bajo el monte de los laureles oloríficos.

La Luz de Los Silos (poética advocación de tal Imagen, que enaltece a un pueblo prestigioso); La madre de Dios, parece el gran prisma de tan sin rival diafanidad; La luz de María, Ilumina con bienhechores destellos a sus hijos.

Ser de Los Silos, es ser de María de la Luz.

Sugestivo resulta en Los Silos el espectáculo; las fiestas de La Luz se han conservado, a pesar de contar cuatrocientos años de celebración, tan originales, como las primitivas. No hay procesión, sin pito ni tambor; no hay diversión, sin que luzca la guanchinesca figura del ejecutante de la música indígena.

Maravillosos lo es todo. Llenos están los términos totales del festival cívico-religioso, de la mayor e Indescriptible plenitud artística.

Graciosa es la forma; asombroso y salvaje, por sus creaciones; gráfico y espléndido, por todas aquellas derrochadoras variedades del paisaje, figuras y tipos caracterizados, y aunque no salga hoy día, del Inmemorial Monasterio de San Bernardo, (2) la encamisada -máscara grotesca-, vale tanto o más, por lo que no existe, su genuino tajaraste, cantado y bailado en el terrero metronomamente y un tanto picaresco pero Inofensivo.

Lejos pastan los ganados entre menudas y longas plantas, entre rocas iris y arroyuelos; a ratos saboreando la vital sustancia de tan delicioso néctar. Un cielo azulado sobre de todo viviente. parece posarse; parece, les cobija graciosamente en conjunto.

A lo lejos, está el mar risueño; el mar, que baña las breñas en ondulantes giros. Allí, las oleadas espumosas lucen semiveladas por tenue cendal.

Sus aguas marineras. besan las neblinas que asemejan posadas, a bellos y sutiles tules de unas venus de nacarados y virginales rostros. Pero entre tanta magnificencia, nada se destaca tan solemne en Los Silos, como el templo blanco, el santuario de la Luz con sus diamantinos fulgores.

Desde los prolongados estribos de volcánicas cordilleras, hasta las escarpadas barrancas y cortaduras de una profundidad inconmensurable, bullen, se agitan y se enciman sobre macizos cantos-rodados. las aguas cristalinas, las aguas chocadoras de múltiples y peregnes manantiales. Ellos, que nutren toda la amplia plataforma – toda la anciana Aregume (3) llenarán de bellas y fantásticas visiones los penachos de la graciosísima serranía, ellos le harán Ideal. ¡Aregume fértil, tu hermosura me prendó!…

¡Avemaría de la Luz, bendita eres!

Solo el templo blanco, al finalizar las fiestas de su cuarto centenario, habrá inscrito las baladas de la luz inspirado por María. El les conservará eternamente en el libro santo del Cantar de los Cantares.

El Barón de IMOBACH.
Agosto de 1922.


(1) Del origen y milagros de Nuestra Señora de Candelaria, pag. 81.
(2) Su Comunidad la componían 24 religiosas, según el historiador don Pedro A. del Castillo.
(3) Don Cipriano de Arribas Sánchez. en su obra A través de las Islas Canarias, pag. 144.

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