CHAM-BOM-BIÁ: el médico chino
Dentro del capítulo folklórico de los refranes, dichos, consejas o decires de Canarias, encontramos un buen número de ellos referentes a muy diversas cuestiones que podemos encuadrar dentro de las costumbres populares de nuestro pueblo.
Los canarios somos muy dados a tener refranes para todo o para casi todo, utilizados más especialmente en el ámbito campesino o rural donde vulgarmente se utilizan con frecuencia ya sean relacionados con el tiempo, con las cosechas o faenas agrícolas, con la religión, con el matrimonio, con el amor, y, sin duda alguna, con las enfermedades o con la salud.
Es raro que en este medio rural no encontremos a numerosas personas conocedoras de un sinfín de refranes con sus indicaciones precisas, que aplican para un sinnúmero de ocasiones y circunstancias diversas y que, afortunadamente, mantienen en vigencia un verdadero archivo, un arsenal de datos folklóricos.
En numerosas ocasiones estos decires son producto de la superstición o de la leyenda que de forma empírica se han ido formando en el substrato cultural que identifica a lo popular, al pueblo. Otras veces los refranes son consecuencias de hechos verdaderos, históricos, y que con el transcurso del tiempo han ido anidando entre nosotros, pasando a formar parte de lo cotidiano.
En ciertos casos son frases nacidas en nuestro propio territorio pero en otros han llegado de fuera, fruto casi siempre del hecho de la colonización o de la emigración, tanto de ida como de regreso.
En el caso que ahora nos ocupa se trata específicamente de un refrán, que al igual que palabras, vocablos o modismos lingüísticos incluidos en nuestra común forma de hablar, hemos asimilado o recibido de América y más concretamente de la isla de Cuba. Podemos recordar a manera de ejemplo, que una de las palabras más utilizada por los canarios todos los días es el vocablo “guagua” para identificar a un autobús y que sin duda se trata de un cubanismo.
Y para entrar de lleno en el refrán al que quiero referirme, y que se trata de un cubanismo importado por nosotros en el proceso de la emigración, habiendo tomado carta de naturaleza propia en Canarias, se trata de aquel que dice…”Esto no lo arregla, o no lo cura, ni el médico chino”.
El médico chino.- La referencia a éste famoso personaje se debe a José Pérez Vidal quien realizó una breve reseña sobre su figura en El Museo Canario de 1936, y que intentaré resumir o condensar, ya que me parece muy interesante dar a conocer el hecho histórico que engendra el popular dicho o refrán canario antes mencionado.
Como bien dice Pérez Vidal, en la península existe la variante de expresar, y también aquí, cuando un enfermo no parece tener salvación por un mal que le afecta, a manera de diagnóstico fatalista y sin esperanza alguna diciendo…”A éste no lo salva ni Dios”. Incluso se escucha con alguna frecuencia decir en referencia al cualquier otra mala circunstancia…”Esto no lo arregla ni Dios”. Pues bien; en Canarias la figura de Dios es cambiada casi siempre por la del médico chino en las expresiones citadas.
¿Y quien fue entonces el médico chino? Comenta Pérez Vidal que a él le llegó el dato de un folklorista cubano llamado Herminio Portell Vilá, quién publicó en Archivos del folklore cubano, volumen III, un artículo donde daba a conocer la figura de nuestro famoso personaje, que tenía por nombre Cham-Bom-Biá.
Siguiendo al propio Portell Vilá sabemos quien fue y de donde derivó la tremenda popularidad que le hizo famoso, hasta el punto de ser conocido no solo en tierras cubanas sino incluso entre los canarios.
Llegó a Cuba Cham-Bom-Biá no sabemos si procedente del Imperio Chino en el año 1858 y residió en la misma capital, en La Habana, donde tuvo su consultorio y desde donde realizó sus maravillosas curas a todas las numerosas personas que a él acudían procedentes de todas las esferas sociales de la isla, llenas de fe en los resultados que entre su clientela había obrado y a las que trataba con su pócimas secretas, que obraban verdaderos prodigios, no solo en los pacientes leves sino en aquellos que habían sido desahuciados por causa de sus males y padeceres.
Pero no solo se estableció en La Habana, sino que incluso tuvo su consulta en la localidad de Matanzas, donde vivió y realizó numerosas y sorprendentes curaciones.
Existe una confirmación de éste dato ya que un autor llamado Antonio Chuffat Latour, que escribió un libro titulado “Apunte histórico de los chinos en Cuba” ,conoció personalmente a nuestro personaje, afirmando que residió en la antigua ciudad que fundaron precisamente los canarios, Matanzas, hasta el año de 1871 y habitando en la calle Mercaderes y en el número 11, esquina a San Diego, donde con anterioridad había existido un teatro chino, próxima a la residencia de la familia Escoto, datos ofrecidos al propio Portell.
Su figura y personalidad.- Tenemos además una descripción física de Cham-Bom-Biá, ofrecida por nuestro comunicante, de la que destaca ser de elevada estatura, de ojillos vivos y penetrantes, algo oblicuos; usaba largos bigotes a la usanza tártara, con larga perilla rala pendiente del mentón, y solía utilizar amplios y solemnes ademanes, subrayando su lenguaje figurado y ampuloso, vistiendo a la manera occidental, que en aquella época, y por imperativos de la moda en Cuba, no se concebía a un médico sin chistera y chaquet, por lo que él también llevaba una holgada levita de dril, aunque eso sí, con cómica seriedad. Para los que deseen conocer de forma exacta al Dr.Cham, informa Pérez Vidal en su artículo, que se puede ver un retrato de aquel en el volumen V de los Archivos del Folklore Cubano.
Era nuestro galeno un gran y profundo conocedor de la flora cubana además de la de su patria, lo que le permitía disponer de un nutrido herbolario que no tenía secreto alguno para él, y del que se servía para el tratamiento medicinal usando sus propiedades terapéuticas. Por tanto utilizaba todo tipo de cocciones, infusiones, emplastos, aplicaciones directas, polvos, lavajes, sahumerios, que obtenía de raíces, cortezas, hojas, hierbas, frutos, cáscaras etc.
Es de suponer que si además de todos estos conocimientos de medicina popular, aplicaba los referidos a la medicina china tradicional u ortodoxa, los resultados obtenidos debieron ser fabulosos, hecho que entonces confirmarían su fama y popularidad entre los habitantes de Cuba.
Era además una persona ilustrada en el mundo de la cultura y de la ciencia, mezcla de mandarín y científico, claro exponente de la mentalidad de la raza oriental, con notables conocimientos de diferentes lenguas occidentales y que se mantenía al día en los adelantos científicos de su época, tanto europeo como americano.
Pero no solo ejerció su profesión en los lugares antes mencionados de La Habana y Matanzas, sino que alrededor del año 1872, llegó a la ciudad de Cárdenas, y de igual forma que antes, se popularizó su fama de gran sanador, lo que le valió se llenase de una extraordinaria clientela tanto entre los de su raza como entre los blancos.
Es totalmente cierto que toda clase de personas, fueran de la condición que fuese, acudían a su consulta logrando curaciones maravillosas de enfermos abandonados a su suerte y sin remedio alguno para sus dolencias.
Devolvía la salud perdida e incluso se cuenta que hasta la visión en algún caso de ceguera, lo mismo que la cura de miembros inválidos o paralizados, que como último recurso acudían a Cham-Bom-Biá para obtener sus remedios y medicamentos.
Pero a pesar de todo lo descrito, lo más interesante tal vez de su existencia, fue el total desprendimiento con que ejercía su noble profesión, su absoluto desinterés por lo económico, hasta el punto de que en el momento de cobrar sus honorarios, decía en su lenguaje y pronunciación peculiar….“si tiene dinelo, paga a mí; si no tiene, no paga; yo siemple da la medicina pa gente poble”.
Fue muy popular en Cárdenas y murió misteriosamente no se sabe si asesinado o tras tomar una sustancia tóxica, siendo enterrado en aquella ciudad en el cementerio chino. Fue glosado popularmente en una serie de coplas que cantaba el pueblo y la chiquillería le cantaba a su paso por las calles: “Chino manila, Cham-Bom-Biá, cinco tomates, por un reá”.
De esta forma se fue conformando la historia y las hazañas del médico chino, con sus grandes curas y mejor trato humanitario, lo que condicionó a que la gente lo nombrara con el refrán ya conocido, otorgándole con el mismo, la condición de irreparable o de imposibilidad de mejoría alguna.
Este dicho o conseja se ha ido manteniendo a través de los años dentro de nuestras expresiones populares canarias y forma parte ya de nuestro folklore, lo mismo que se sigue manteniendo en la isla de Cuba, y la mejor forma de verificarlo es preguntarle a algún amigo o familiar cubano, que de seguro todo canario tiene, por si conoce o recuerda haber oído alguna vez en aquellas tierras caribeñas el refrán tan famoso de….”A éste no lo cura, o no salva, ni el médico chino “.