Punta del Hidalgo ¡Vive!
Se han celebrado las fiestas de San Mateo, Patrón de La Punta del Hidalgo. Sus fiestas patronales podrán ser como las de otro pueblo cualquiera, tal vez incluso mucho más modestas, sin grandes ecos en los medios informativos, prácticamente desconocidas, lo mismo que la propia Punta; olvidada por los que deberían tenerla presente, más recordada y admirada por nuestros «compatriotas» de la Unión Europea que por nuestros propios paisanos; unida al resto de la isla por una carretera propensa a los derrumbamientos, que cuando se producen, se arreglan con alguna que otra chapuza o se deja el firme con las picaduras producidas por las rodas desprendidas, o simplemente, sin alisar debidamente los baches producidos por obras como la que se llevó acabo al poco tiempo de hacerse el nuevo trazado de la carretera de Bajamar a La Punta hace años.
Pero pese a todo, a sus calles mal pavimentadas, a sus muchos problemas de un refugio pesquero inadecuado, a su olvido en fin, La Punta del Hidalgo vive, lucha, y sus famosas voces siguen sonando por todos los puntos geográficos y hoy, me voy a permitir repetir la descripción que de este hermoso rincón hice hace algunos años:
¡Punta del Hidalgo! ¡Punta que se interna en las aguas en busca del horizonte infinito de la mar; que asciende por las montañas para tratar de alcanzar el horizonte infinito del cielo!. ¡Punta del Hidalgo: cielo, tierra y mar! Cuna de gargantas elegidas que cantan el sentir de nuestras islas y nuestra diario afán; nido donde nació la más señera de las agrupaciones revitalizadoras de nuestro cancionero y a la que los punteros inmortalizaron en pétreo monumento. Paleta de infinitos colores que el pintor del Cielo nos donó: azules verdosos de las aguas serenas, blanco encaje nupcial de olas en la furiosa mar; verdes laderas de El Homicián; huertos de frutos con colores de un arco iris excepcional; alegres trazos de mil colores de las barcas de pescadores en la modesta cala de La Hoya y plata y dorado, reflejos vivos de su pescado; negros y pardos de las volcánicas rocas costeras; grises y blancos, canelos, de las casitas de La Hoya, de El Calvario, de El Homicián; hermandad maravillosa de hombres de tierra y hombres de mar sobre un fondo en que también se hermanan en eterno abrazo, tierra y océano entre un aroma que trae el viento de huerta y sal.
Calles tranquilas, remanso de paz, donde ante sus puertas, bares o aceras, las noticias televisivas son relegadas y aún olvidadas por la amigable y serena charla de unos hombres que comentan los duros problemas de sus tierras o sus siempre arriesgadas salidas a la mar, debates sólo interrumpidos por la broma sana y alegre al conocido que llega, al amigo que se va, o el saludo afectuoso y sincero al desconocido que pasa y como amigo se va.
¡Punta del Hidalgo, qué corto se te quedó el nombre! Al antiguo hidalgo Zebenzui y su princesa Aguacada, hoy suceden los Ramos, Alonso, Suárez, Melián y tantos otros que hacen que Tierra de Hidalgos de mar y tierra te debieran llamar. En ti, hasta la prosa es poesía y la dura faena se hace cantar, en esas voces maravillosas que dieron fama a tu solar.
Y en estas fiestas, éstos hombres y mujeres dan una prueba más de sencillez, aunque ricos de corazón, con la imagen de su Santo Patrón, que no es una imagen llamativa, lujosamente rica en adornos y joyas, es un modesto cuadro que un día, lejano ya, apareciera de forma inexplicable en una vulgar cueva, pero que hoy tiene el rico y generoso altar de los corazones de todos los punteros.
Y así es esta tierra, muy olvidada de presupuestos, debates y más o menos, falsas promesas electorales, pero que contra todo pronóstico, ¡vive!, y vive porque lo que los hombres han negado, Dios se lo ha dado compensado con creces en su paz, su clima, sus grandiosas montañas, legendarias como Aguacada o los Dos Hermanos y esas bellas puestas de sol que los punteros pueden contemplar en las que cuando va a ocultarse, fundiéndose con el mar, parece quedarse quieta su redonda y roja faz por unos segundos como apenado de no poder contemplar hasta el día siguiente esta bella tierra.
Y los Dos Hermanos, ese impresionante roque, que ha pasado a ser el logotipo, el símbolo que se entrega como recuerdo a los amigos de La Punta, parece indicarnos con su forma, que unamos nuestras manos en oración para dar gracias a Dios porque nuestra Punta, La Punta del Hidalgo, pese a todo, ¡VIVE!
Valentín Pedraza Garzón
01 de Octubre de 1996