Tenerife, el mejor ‘resort’ del siglo XIX
por Carlos Padilla
Hoy en nuestra sección de Artistas invitados, Carlos Padilla nos habla de una guía de destinos turísticos en el Atlántico ideales para la salud y el placer que Samuel Benjamin, escritor y diplomático estadounidense, elaboró en 1878. En ella nos presenta a Tenerife como uno de los lugares más agradables, en especial la zona de La Orotava y el Puerto de la Cruz.
La reseña literaria aparecida en The New York Times el 4 de julio de 1878 no podía ser más clara: las islas del Atlántico «están convirtiéndose cada vez más en el resort ideal para los enfermos y buscadores de placer». El diario neoyorquino arrancaba así su crónica sobre una singular guía de viajes, la primera centrada en este tipo de destinos según el redactor. Su autor, Samuel Benjamin, era un reconocido viajero, escritor, a ratos periodista e incluso hombre de Estado: fue el primer embajador de Estados Unidos en Irán.
En ese tiempo no había turismo de masas, apenas turismo a secas. Sin embargo, Benjamin era un viajero incansable. Sólo hay que consultar su amplia bibliografía, gran parte de ella basada en experiencias alrededor de todo el mundo. Para elaborar su guía sobre las islas atlánticas, titulada The atlantic islands as resorts of health and pleasure (Las islas atlánticas como resorts de salud y placer), recorrió un total de 13 ínsulas de este océano, entre ellas Tenerife. Sorprendentemente, ésta aparece en su relato como una de las mejores para ser convertida en un inmenso balneario.
¿Qué razones lo llevaron a tomar esa decisión? Para empezar, quedó prendado de La Orotava y Puerto de la Cruz. El aire fresco, las temperaturas agradables y el clima seco lo llevaron a colocar esta zona de la isla por encima de otras como Madeira o Bahamas. «La Orotava parece combinar todo lo deseable desde un punto de vista sanitario para aquellos enfermos afectados por dolencias pulmonares, reumáticas o neurálgicas», afirma. Para Benjamin, Santa Cruz resultaba demasiado cálida y La Laguna muy húmeda y ventosa.
Esta obra no es muy conocida, pero según el encargado de reseñarla en The New York Times daba a conocer aspectos de los archipiélagos del Atlántico que «nunca antes habían sido presentados al público de una forma tan práctica». De hecho, el libro recoge también muchas ilustraciones de diversos puntos de la isla y describe con detalle el modo de vida en varios pueblos. Para ello se puso en contacto con gente de todos los estratos sociales: cónsules, gobernadores locales, ricos, pobres y ciudadanos de a pie. Esto es lo que apunta la guía de Benjamin sobre algunas ciudades de Tenerife:
Santa Cruz. Fue su lugar de llegada y, por tanto, el primero que tuvo ocasión de visitar. «No sea que la gente olvide el nombre de la ciudad, una enorme cruz de mármol preside la Plaza de la Constitución, cerca del embarcadero», ironiza. Había gente de «clase baja» que aún vivía en cuevas, le gustó mucho la Plaza del Príncipe y se mostró sorprendido por encontrar «tantas mujeres guapas en un lugar tan pequeño». Más adelante afirmaría que las más bellas de la isla están en La Orotava.
La Laguna. «Pese a su clima fresco y húmedo, sigue siendo un buen centro turístico para aquellos que quieran cambiar el aire reseco de Santa Cruz por una atmósfera más vigorizante», dice. Para él, de entre los pueblos tranquilos éste es el más «calmado y somnoliento», al tiempo que se percató de la abundancia de plantas y verodes creciendo en las paredes, celosías y tejados. Un dato curioso: llega a hablar de «inflexibilidad medio persa de la opinión pública» al referirse a la presión social que se imponían los paisanos en cuestiones como la vestimenta.
La Orotava. Además de afirmar que este enclave presenta las mejores condiciones climáticas de todo el Atlántico, Benjamin también hace algunas apreciaciones culturales y sociales. «Los días de fiesta en la iglesia, las calles por las que pasa la procesión son cubiertas con alfombras de flores», cuenta. También habla del drago presente en el jardín del marqués de El Sauzal y de la belleza de las mujeres, algo que atribuye «al maravilloso aire de la localidad» y «a sus orígenes normandos».
La guía de centros turísticos de salud y placer escrita por Samuel Benjamin aporta muchos datos más, curiosidades como que el nombre de Tenerife fue puesto por los aborígenes de Gran Canaria al ver el volcán desde la distancia o su sorpresa por el hecho de que, «incluso bajo la bandera española amarilla y escarlata», Santa Cruz fuera «un puerto libre». Si quieres más información, puedes leer el libro completo en openlibrary.org.
Este destino vacacional salió muy bien parado en las recomendaciones del viajero y diplomático estadounidense, hechas hace más de cien años. Por desgracia, en esa época no tenían mucho sentido.
¿Sería distinta esta isla de haberse seguido sus propuestas?