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Los soldados del 98

Fueron muchos los soldaditos canarios que tomaron parte en las campañas de Cuba y Filipinas, de finales del siglo XIX. Y digo «Soldaditos» porque los más eran jóvenes, entre los 18 y los 20 años. Conocí a muchos y presencié todos los embarques que por nuestro puerto se hicieron rumbo a ultramar en aquellos días sombríos. Muchos regresaron, pero muchos quedaron para siempre en los maniguales cubanos y en las inhóspitas tierras filipinas. Unidos a sus hermanos de las demás regiones españolas, escribiendo con su sangre generosa páginas de heroísmo inmarcesible. No hubo episodio ni gesta digna de figurar en la Historia, donde no hubiera un canario. Del heróico destacamento de Baler («¡Los de Baler no se rinden!») formaron parte cuatro canarios. Dos murieron dentro de aquel recinto y dos regresaron: Eustaquio Gopar Hernández, de Fuerteventura, y José Hernández Arocha, de Tenerife.

Embarque de tropas Canarias a Cuba en el «Ciudad de Cádiz».

Los muchachos de mi edad teníamos clavada esa espina de la guerra el ambiente «hacía presa en nosotros». Ambiente bélico, sí, pero también de tristes augurios, de incertidumbres y desesperanzas. Repasábamos las listas de nuestros buques de guerra y confiábamos en una victoria final. La tragedia de Cavite y el sacrificio de los marinos de Cervera, dieron en tierra con nuestras ilusiones y nos volvieron a la razón … Luego, ya nuestros ojos sólo contemplaron las escenas tristes de la repatriación. Los trasatlánticos que regresaban de Cuba y los correos de la Península, dejaban en nuestro puerto a aquellos pobres soldaditos, enfermos, destrozados, vencidos, que la Cruz Roja, acogía en sus hospitales montados para ese fin. Pero aquellos mozos de veinte años,llenos de vida y animosos, que habíamos visto embarcar tres años antes, y éstos que ahora veíamos llegar a nuestra isla maltrechos y derrotados, eran los soldados de España, los «soldados del 98», que con su sacrificio y con su heroísmo habían salvado el honor de todos y merecían de la posteridad, que no supo comprender ni valorar debidamente ese sacrificio y ese heroísmo, un recuerdo mejor y una mayor gratitud …

Las despedidas de nuestros soldados eran delirantes, acompañándoles el pueblo hasta el muelle en imponente tropel. Hacían un alto en la Alameda, donde comisiones de señoras, con el incansable y entusiasta padre Mora a la cabeza, les repartían escapularios, mazos de cigarrillos y algunos céntimos, que todo era mezquino en aquellos días. Los embarques fueron muchos, pues comenzaron en agosto de 1895, a los tres meses escasos del «Grito de Baire», que fue el estallido de la insurrección cubana. Como chico curioso acudía los días de sorteo a los alrededores del cuartel de San Carlos y allí presenciaba las más desgarradoras escenas. A medida que el sorteo se iba efectuando, los soldados se asomaban a la puerta del cuartel, ávidos de ver a sus familiares: «Me tocó». «No me tocó». «Me tocó» … Y el griterío era ensordecedor. Síncopes, llantos desconsoladores de las pobres madres, de las hermanas, al recibir la noticia infausta. Los mismos llantos, esos mismos gritos, ese mismo dolor acompañaba a los soldaditos hasta el muelle el día de embarque, entre vivas y aclamaciones, que casi apagaban los sones bélicos de la «Marcha de Cádiz» …

El primer sorteo de soldados para Cuba se verificó el 4 de agosto, como decimos, entre los soldados del batallón de Cazadores Regional número 1, en el cuartel de San Carlos, siguiéndole el día 7 del mismo mes el de los artilleros del 9º batallón de plaza, en el cuartel de Almeida, de los que casi no regresó ninguno. Entre ellos iban numerosos muchachos del Toscal. Con motivo de este embarque de los artilleros, el Diario de Tenerife decía.

«Colectivamente, nunca hasta ahora -desde la guerra de la Independencia- han salido soldados a combatir fuera de las islas. Será mañana la primera vez que esto sucede, cuando se embarquen los artilleros sorteados anteayer». Terminaba así el Diario su patriótico comentario: «Nada de augurios dolorosos, impropios de pueblos de nuestra historia; sereno el espíritu, tranquila la conciencia, marchad penetrados en  vuestro deber como españoles y orgullosos de vuestra misión como canarios».

La despedida a los artilleros, la primera de tantas como presenciamos, fue emocionante. Pero la verdaderamente apoteósica e inenarrable fue la tributada la tarde del 28 de noviembre de ese mismo año, a los soldados del batallón de Cazadores Regional número 1, que en nuevo sorteo les había correspondido formar, en unión de los soldados de Baleares, el batallón provincial de Cuba. Los soldados baleares habían llegado por la mañana a nuestra ciudad a bordo del vapor «San Ignacio», de la Compañía Trasatlántica, que había de continuar su viaje la misma tarde. La población en masa dispensó
a los soldados expedicionarios un cariñoso recibimiento, agasajándolos y desviviéndose por hacerles gratas las pocas horas que habían de pasar aquí. El embarque se verificó por la tarde. La fuerza partió del cuartel de San Carlos, desde donde venía acompañada por inmensa multitud, que aclamaba a los soldados. El muelle estaba imponente. Toda la isla se había volcado en Santa Cruz, pues de todos los pueblos de la isla iban soldados en esa expedición. Al frente de la columna en correcta formación iba una sección de armas, al mando del sargento Adolfo Encinoso Medina. Eran los de esa sección los primeros soldados que aquí usaron el fusil mausser. Detrás, mesclados con hombres y mujeres en enorme avalancha, seguían los soldados isleños baleares y canarios, a los que el mismo deber unía …

Pocos quedan ya de aquellos soldaditos que un día vimos partir para las guerras coloniales, en patrióticas jornadas henchidas de entusiasmo. Pocos vemos ya. Quizá ya no tropecemos a ninguno. Los que sobreviven han de ser muy viejos. Ya para ellos no será más que un sueño el recuerdo de aquella
pugna terrible, de aquellos cruentos combates, en aquellas lejanas islas que ellos, con su heroísmo (¡imposible!), quisieron retener para España …

Septiembre de 1955. Francisco Martinez Viera. El Antiguo Santa Cruz, Crónicas de la capital de Canarias.

 

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