ImobachTradiciones Portuenses

La Palma del Secreto

Para mi estimado amigo don
Juan Bolinaga.

I

 

Fuente de Martiánez
Fuente de Martiánez

Lo que voy a relatar, me aseguraron, sucedió en el mes de Agosto del año…(1), —ignoraba el año—, pero decían eran tantos que pasaban de dos o mas centenares.

En ese mes, hubo sequía y la tierra, como ruego, estaba ardiendo…, dándose el caso, que los manantiales de aguas disminuyeron grandemente y que casi por completo se secaron las de la fuente de Martianes (2).

Y pasó una cosa rara, muy rara. Parece que los pobladores de los campos altos de » La Paz», «Sancho Caballero», «Los Rechazos», y «El Durazno», sufrieron espantosa sed y que los marineros de las Caletas, vividores del tráfico y de la pesca; les impedían tomar gota alguna de aquella única fuente comarcana.

El pobre sediento que osara entrar a tomar del poco líquido que brotaba el manantial vedado, se le rompían sus vernegales, sus limetas, o cuando menos, un hueso por duro que fuese.

Con tales procedimientos, con tales motivos, los ánimos de los ofendidos se iban alterando, pues, hasta sus mujeres, habían sido maltratadas y para mojar sus labios tenían que recurrir en todas ocasiones al estanque de los adulados de la Orotava, cosa que, al enterarse los marineros portuenses, les inventaran la quintilla siguiente en señal de mofa:

«A tomar agua a la fuente
Ya los sedientos no vienen,
Porque sus mujeres tienen
En el estanque adulante,
Las sucias que les convienen»

En situación apurada se encontraba esta gente labriega. ¡No hay más remedio que apelar a la
fuerza de los puños!,—decían los mozos—, y los viejos, procuraban por acallarles,  esperanzándoles con que Dios mandaría el remedio a tanto mal, pronto, pero muy pronto. Y el remedio apareció, vino como milagro.

II

Cansados de esperar, un día,-no se supo como, ni quien,— en la esquina de la casa de «El Durazno» se vio fijado un largo y escrito papel en el que se daba a conocer que, más antiguo que sus padres, muchísimo más viejo, tan viejo como lo era la casona solariega de los Herrera, hubo un esclavo negro que hacía de aguador y que, mortificado por tanto ir y venir a diario a llenar sus tinajas de agua a la fuente de Martianes, se levantaba desde media noche, y en una hondonada que dá frente al pueblo de «El Hinojal», alzando una gran loza, introducía sus botisicos y tomaba la necesaria para el consumo, pero, que su amo le sorprendió y prohibiéndole ir más a aquel sitio, a los pocos días fué embarcado para la isla de Fuerteventura donde murió casi centenario.

Esta noticia no pudo ser más oportuna. Pronto se pusieron de acuerdo los sedientos, y en una noche, recorriendo las tierras de «La Paz», dieron con la loza milagrosa, y a cierta profundidad, encuentran con mayor abundancia y estancadas las propias aguas que brotaran en Martianes. ; Qué alegría causó el jallo!(3).

¡Aquello fué una reproducción a lo vivo del cuadro de Moisés en el desierto! El secreto de la loza del negro aguador, se había descubierto, sin tocar el Profeta, ni por una vez con su hará milagrosa la piedra oculta allí tantos anos! (4).

¡Qué gritería! ¡Qué bocerío! Pero veamos: Hubo en aquella noche y en las siguientes,
tocatas de fatutos, encendidos de fogaleras y quemadas del rastrojo que allí abundaba grandemente; más, este regocijo poco les duró, porque, al llegar la noticia a oídos de los marineros portuenses, y como en Martianes la fuente ya casi estaba secándose, éstos determinaron interesar de los Regidores del Cabildo de la isla, para que el dueño de los terrenos de «El Durazno» prohibiese la entrada a los contrincantes, y así, evitar el completo agotamiento de aquellos veneros tan estimados (5).

Pero vino el invierno, y como las lluvias fueron torrenciales y el agua sobraba, sus corrientes taparon la hondonada,—llamémosla del negro aguador—, y entonces, el señor de Herrera, que ya estaba informado por los Regidores, mandó plantar un árbol que, en señal de absoluta posesión prohibiese en todo tiempo la apertura del hoyo que guardaba el tesoro acuático (6).

Y el árbol fué plantado, y el árbol fué creciendo y aún subsiste, arrogante cual bíblico espíritu que pregona su lozanía juvenil. ¡Pasma verle! El, rememora la tradición desde aquellos tiempos de vida patriarcal, y esa misma tradición nos dice, nos habla, que para significarle, lo denominaron «La Palma del Secreto»

 

F. P. MONTES DE OCA GARCÍA.
Puerto de la Cruz, (Tenerife) Mayo, 1927


 

  1. Por la historia consta, que siendo secos y calurosos los años de 1.701 y 1.771 a 72, se introdujo en Santa Cruz de Tenerife la fiebre amarilla o vómito prieto.
  2. Véase el número 4.157 de GACETA DE TENERIFE correspondiente al 24 de Septiembre de 1.920 que inserta la tradición portuense, intitulada «El Primer Pirata» (Martín Yanes).
  3. A los descubrimientos de todas clases de objeto, la gente de campo les denomina jallos, que es corrupción de hallazgo.
  4. En tiempos que fué comandante do Canarias el marqués de Casa-Cagigal, hubo de secarse los manantiales de los Beltranes, etc, etc., y éste, tomó 4.000 rs. de von. con el fin de conducir a la población los sobrantes de las aguas de los montes de la Orotava, cuya cantidad procedía del depósito de la Junta de Sanidad, pero esta mejora, jamás llegó a efectuarse, ni dicha autoridad se preocupó en reintegrarla antes de dejar el mando de la Provincia.
  5. A nueve varas de longitud del portal de la Casa de don Bernardo Blanco, —la que hoy ocupa el Ayuntamiento—, está el «Pozo Consejil», abierto desde tiempos inmemoriados por los vecinos del Puerto para saciar la sed en épocas calamitosas. Fué segado en 1.735 y abierto en los de 1,804 y 1.825, a pesar de oponerse a ello el heredero de Blanco, don Enrique Casalón.
  6. María Ruiz, viuda del Capitán Rodrigo de Vera y sus herederos, hicieron donación de las aguas de Martianes al Puerto de la Cruz, por escritura otorgada en La Laguna ante Nevada a 11 de Junio de 1.652.

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