La finca de Franco

por Melchor Padilla

Los aficionados a utilizar la red de senderos de la cordillera de Anaga conocen la existencia en la zona de El Moquinal de un conjunto de edificaciones que incluyen, entre otras, una casa principal con diversas dependencias, un patio circular que en sus tiempos tenía una pérgola, la casa de los medianeros y, excavados en la roca de tosca, unos amplios establos.

Una fotografía de finales de los 80 nos permite conocer cuál fue su aspecto en los comienzos de su deterioro, pero si visitan un día de estos el lugar verán las huellas del vandalismo de las acampadas y fiestas rave en paredes con señales de incendios, demolición de antiguas estructuras y la basura como dueña absoluta de la antigua finca. Las gentes de la zona le dan diversos nombres: casa de La Tosquita, casa de Don Benito, casa Fuset o casa de Franco. ¿Cuál de todos ellos es el auténtico? Posiblemente todos. Veamos.

El nombre de casa de La Tosquita es un topónimo que hace referencia al material pétreo sobre el que están edificadas las casas y en el que, como dijimos más arriba, se excavaron los establos y algunas habitaciones de la casa principal.

El nombre de casa o finca de don Benito no es fortuito, ya que un poco más arriba nos encontramos con otro topónimo, Cuadras de don Benito, que hace referencia al mismo personaje.

Este no es otro que Benito Pérez Armas, político, periodista y literato canario, nacido en Yaiza (Lanzarote) en 1871, que fue presidente de la Diputación Provincial de Canarias y que, gracias a sus contactos con el liberal Canalejas a cuyo partido pertenecía, consiguió la Ley de cabildos en 1912. En 1914 se casó con la lagunera Elena González de Mesa, cuya familia era propietaria de las tierras de los alrededores de la casa desde el siglo XVIII. En ellas construyó la finca de recreo, con jardines y establos para ganado, de la que hoy hablamos. Pérez Armas falleció en 1937 y la ciudad de Santa Cruz le ha dedicado una calle.

Lorenzo Martínez Fuset, nacido en Úbeda, provincia de Jaén, en 1899, estudió Derecho en Granada.En esa época entabló una íntima amistad con el poeta Federico García Lorca, prueba de la cual es la abundante correspondencia que intercambiaron en aquellos años. Debido a esta amistad el poeta le dedicó uno de sus textos en prosa, Albaicín II.

En 1920 hizo oposiciones al Cuerpo Jurídico Militar y, tras un periodo en Melilla, fue destinado a Santa Cruz de Tenerife, donde permaneció de 1921 a 1922. En 1927 volvió a Canarias y contrajo matrimonio con Ángeles, hija de Pérez Armas. Como fiscal militar se mostró con extrema dureza en los casos en que intervino, entre los cuales destacamos el juicio por los sucesos de Hermigua de 1934.

Con la llegada de Franco a la Capitanía de Canarias Fuset entabló con éste y su familia una estrecha amistad. De hecho, cuando tuvo lugar la sublevación militar y Franco se desplazó a la Península, le dejó encargada la custodia de su mujer, Carmen Polo, y de su hija Carmen. El general pronto lo llamaría a su lado para organizar la Auditoria de Guerra y la Auditoria del Cuartel General de los sublevados. Esta posición le permitió obtener un gran poder que llevó a cabo con dureza, extralimitándose en su tarea judicial. En 1936 obtuvo una plaza del cuerpo de notarios del estado.

Terminada la guerra volvió a Tenerife donde, tras renunciar a su carrera militar, ejerció como notario en la casa de la plaza de la Iglesia de la capital de la isla que había sido propiedad de su suegro. Fue miembro de los consejos de administración de importantes empresas de las islas e incluso llegó a ostentar la presidencia del puerto de Santa Cruz. Falleció en 1961.

Tras la muerte de su suegro la casa de El Moquinal pasó a manos de su hija Ángeles y su marido, a quien se atribuyen las repoblaciones de pinus radiata de las Cuadras de Don Benito, la mancha de coníferas más importante de la cordillera de Anaga, y donde aún se pueden apreciar los efectos devastadores del huracán Delta de 2005.

En la finca llevó a cabo Martínez Fuset un gran número de reuniones con sus amigos, por lo que no es de extrañar que, antes de 1936, Franco la visitara. Aunque algunos se muestran contrarios a la estancia del general en la casa, las gentes de la zona la conocen como la finca de Franco.

La casa, tras un periodo en que fue ocupada por unas monjas, se fue abandonando poco a poco hasta llegar al deterioro de nuestros días. Aunque no es una casa que posea valores culturales, tiene tras sí suficiente historia para que sea conocida por los que la visitan.

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