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El viaje de la abada

por Fátima Hernández

El viaje de Abada
El viaje de Abada

Llegó a Rotterdam, aquella mañana fría de un otoño inusual, y extraña en aquel entorno -que le resultaba hostil- se revolvía furiosa como símbolo de rebeldía y enfado. Su partida desde La India había sido difícil, muy difícil. Llevaban navegando mucho tiempo, y los temporales que habían azotado la frágil embarcación habían mermado sus fuerzas, todo había sido tremendamente duro, especialmente los días en que bordearon África, al sur, y una galerna infernal le había hecho pensar que nunca pisaría suelo firme. Menos mal que su acompañante no le quitaba ojo, siempre había estado pendiente de ella, desde el día en que la arrebató del lado de sus padres, allá en su región, y se la llevó consigo prometiéndole una tierra nueva y éxitos. Durante la travesía, cada día, el joven le llevaba agua y comida a la bodega y le hablaba con cariño, especialmente cuando las embestidas del oleaje le provocaban tal pavor que, acurrucada contra la pared de madera, emitía un leve gemido a modo de sollozo que a él le partía el corazón.

En el viaje, el muchacho le había dicho al oído que la quería, que solo intentaba procurarle una vida mejor, llevarla a un recorrido largo por diversos países de la Europa entrañable… Alemania, Prusia, Francia, Polonia, Dinamarca, Inglaterra, Italia… Ella muy joven -apenas había cumplido los diecinueve años- nunca había salido de su país de origen. Recordó cómo él había llegado aquel día inesperado y cautivada por la forma en que le susurraba cariñosas palabras y le daba de comer jugosos vegetales, le acompañó dócil y abnegada a todas partes, hacia donde él la llevara. En el curso de la tediosa singladura, por las noches, mientras el suave balanceo llegaba casi a provocarle un leve sopor, escuchaba que iba a ser presentada a reyes y príncipes, porque la consideraba única. Y aunque en principio se había mostrado recelosa con sus atenciones, pronto la confianza y los continuos desvelos de él hicieron que no dudara de sus intenciones cuando juntos embarcaron hacia Europa…

Los rinocerontes son animales que han fascinado desde tiempos antiguos. Mamíferos del orden de los Perisodáctilos, son propios de las zonas tórridas de África y Asia. Alcanzan tres metros de longitud y hasta uno y medio de altura. Su cuerpo es grueso, las patas cortas y terminadas en pies anchos y con tres pezuñas. Cabeza estrecha, hocico puntiagudo, labio superior movedizo y uno o dos cuernos cortos y encorvados en la línea media de la nariz. Su piel negruzca y recia carece de flexibilidad salvo en los dobleces. Orejas puntiagudas, rectas y cubiertas de pelo y una cola corta y terminada en bola de cerdas lisas y muy duras.

Se alimenta de vegetales, habita ciénagas y es muy fiero cuando se le molesta. Hace escasos días, el pasado 18 de junio de 2012, la televisión de las Naciones Unidas (UNTV) y la Secretaría del Cites presentaron en Río+20 la película Rinocerontes bajo amenaza, que muestra la brutalidad de las matanzas de estos animales a fin de obtener sus cuernos (considerados potentes afrodisiacos, así como la panacea contra el cáncer, sobre todo en Asia, Vietnam en concreto, hecho que no tiene validación científica).

Las cinco especies que existen en la actualidad se hallan incluidas en el Cites, especialmente las de Asia (Java, Sumatra e India) en el Apéndice I (máxima protección) por estar muy amenazadas. Animales que han fascinado desde antiguo, ya Plinio en su Libro VIII-20 habla de ellos en relación a su presencia en los juegos de Pompeyo Magno. Marco Polo, durante su estancia en La India, aunque los relaciona con el mítico unicornio, no los describe con el toque romántico y legendario que todos esperaríamos para ese animal mitológico.

A partir del siglo XVI el rinocerontevuelve a verse en Europa. En concreto, en 1513 llegan a la corte del rey Manuel I de Portugal, llamado el Afortunado, que los trajo con destino al zoológico -donde había hasta elefantes- que tenía instalado para su hija, la hermosa princesa Isabel, retratada por Tiziano y que se convertiría con el tiempo y tratados matrimoniales en la bienamada esposa del emperador Carlos V.
También en pleno siglo XVI -como dádiva del Gobernador de Java- enviaron a España una hembra para el rey Felipe II. Dicen que El Prudente, a fin de que los madrileños pudieran disfrutar del animal (al que habían cortado el cuerno y cegado), hizo construir un corralón en lo que hoy es la calle Abada, palabra portuguesa que se usa para denominar al rinoceronte hembra. Los rinocerontes fueron cada vez mejor conocidos a partir de los viajes de exploración.

Era frecuente la tenencia de algunos de estos ejemplares, que sus dueños mostraban -a nobles y monarcas- como símbolo del tesoro más preciado. Pero uno de los más famosos fue la abada Clara, que llegó a Rotterdam desde La India.

Domesticada y cuidada por su amo, fue presentada a reyes y aristócratas, muriendo en Londres en 1758, en una de estas demostraciones. Clara contaba solo veinte años de edad…

*Conservadora de Biología Marina del Museo de la Naturaleza y el Hombre

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