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Fábula del Oso, la Mona y el Cerdo, de D. Tomás de Iriarte.

Leer con mucha atención
deberían nuestros políticos,
la fábula de animalicos
que pongo a continuación.

Aquel que tanto le gusta
que le regalen el oido
los «regalos» del otro partido
debería de valorar.

Porque no es deshonra el pensar
¿Habré actuado mal, es normal
que de los míos, tanto y tanto alabar?

Si digo hoy blanco, y mañana digo negro
¿Por qué me aplauden todavía,
si ni yo mismo me entiendo?

Un oso, con que la vida
se ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.

Queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: «¿Qué tal?»
Era perita la mona,
y respondióle: «Muy mal».

«Yo creo», replicó el oso,
«que me haces poco favor.
Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿no hago el paso con primor?».

Estaba el cerdo presente,
y dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto, ni verá!».

Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:

«Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar».

Guarde para su regalo
esta sentencia el autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor!

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